Calle Pradillo, MADRID

Calle de tantos astros,
rinconada del tiempo,
la dimensión del mundo
me la daba un vencejo.
Oro de las mañanas
empobreciendo el cielo,
soles de cada tarde
en un ladrillo eterno.
De los países del alba
venían los buhoneros
y en sus pregones altos
flotaba un hombre muerto.
Calle de tanta noche,
mitología del miedo,
madres de los difuntos
en las tapias de enero.
Sonaban las iglesias
enormes de silencio
y pasaba la yegua
inmensa de los tiempos.
El hombre más remoto
era sólo un lechero,
y el Dios de los espacios
era sólo mi abuelo.
(Francisco Umbral)

Calle Pradillo, la del bar de siempre de la esquina, la de la plaza de los pinos, la del taller de neumáticos, la de la tienda de niños. La del edficio otrora gris y siniestro reconvertido en bullicioso colegio, la del cine Morasol, la del vendedor de cupones. La del extinto kiosko verde y la cesta de las chuches, donde fundíamos la paga de domingo, la de la desaparecida librería donde compraba muchos de mis cuentos.
La del registro civil, la del parque Berlin a sus espaldas, la de la casa de mis padres, asomada a la ventana veía transformarse el mundo, la calle donde he crecido, mi calle Pradillo.
(22 de Diciembre de 2007)
CIEN AÑOS DE SOLEDAD
No te llamabas Aureliano
ni te apellidabas Buendía,
a veces buscaba tu mano
para que me hiciera de guía.
¡Que lejos quedó Macondo
y aquellas batallas triviales!,
el cariño nunca tocó fondo
aunque fuéramos rivales.
Ya nada me produce asombro,...