Seguimos la carretera y llegamos a la casa de la cultura, típico bar de pueblo repleto de madera por doquier, con preciosos manteles de cuadros verdes y románticas velas, infinidad de objetos antiguos decoraban originalmente el local en cuestión, vamos el lugar perfecto para el vinito y para otras "delicatesen": lacón con queso, judiones de la Granja, callos con garbanzos, cocido, entrecot, chuletillas de lechazo, judías pintas... Al final decidí por el pote. La sobremesa fue ideal. Los regentes...