CHAMBERI: , ...

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EL TIO PITARRA
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Desde luego los niños cambian mucho, cambian las costumbre, las modas.
Yo ceo que desde que yo tengo esta sana manía de escribir, han pasado por la menos
tres o cuatro generaciones de chicos
Las costumbres nacen de las casas, de los barrios, de los colegios, y no digamos de la televisión, porque cuidado que veis televisión, es buen sitio de enseñanza.
¡Hay que ver los horas que estáis delante de la "Tele ".!
El otro día le decía a un amíguete mio, vamos conocido, de alguna visita artística que hice al " Hospital del Niño Jesús ".
Ahora los enfermitos estáis como queréis. tenéis " Tele ", venimos a cantaros o a contaros algún cuento, y siempre se os hacen más cortos los días, y yo creo que menos dolorosos los males.
Mi amíguele, debe de tener algo en su cuerpecillo que no marcha bien, pero que siempre tiene alguna frase que me sorprende.
Los niños del Hospital del Niño Jesús, cambian cada vez que voy a verles, y esto es de gran alegría, pues es señal que se han puesto bien,.
José Mari, que así se llama mi amigo, como digo siempre está allí, y es de esos que ve mucha tele. Me contó el otro día: que cuando esta en su casa ve todos los programas, de mañana, de tarde y hasta de noche.
¡Si hay que llorar se llora! Sí ellos ven todos los programas. yo también.
Jose sabe que sus padres no aguantan sus berrinches ¡Vamos que los tiene comidos el "Coco ".
Y su lenguaje - Yo no sé donde habrá aprendido a hablar tan mal, que palabras, que soeces. El encoge los hombros y no sabe que contestar cuando le pregunto, y normalmente sale corriéndo por el pasillo, y con risas me dice así: yo siempre he hablado lo mismo.
Yo me quedo pensando en quien la culpa está, de los padres, de su barrio o de la Televisión.
Os decía al principio de este relato, que desde que le doy trabajo al bolígrafo han pasado por mi vida varias generaciones de chicos, de niños, de chavales o de pibes que dirían en Argentina.
Bueno; pues algunos de aquellos chicos de entonces, en alguna ocasión me hicieron que perdiera los nervios, y creo que era por que no había televisión, pero ni por lo más remoto hablaban tan mal como ahora. Estos chicos tenían otros juegos, otras maldades que ahora no las veo tan malas, antes, era yo el que me enfadaba, cuando me hacían algo, pues claro, les soltaba un taco y a veces me acordaba de sus padres.
Regentaba yo un pequeño negocio, que no tenía nada que ver con los niños, y no se de quien saldría la idea, ni porque, un buen día escuché desde el mostrador que me llamaban. ¡Tío Pitarra! -- y salían corriendo.
Claro, si yo hacía la idea de ir por ellos, se perdían, ya veis, chicos de diez o doce años, se me escapaban llenos de risas e insultos.
Así varios meses siguió aquella costumbre que les hacía reír, y a mí coger un gran cabreo.
Y como en la vida, en todas las decisiones hay que pensar, pues me hice mi gran plan, sin pensar para nada que eran niños.
Eso del ¡Tío Pitarra! Lo mireis por donde lo mireis, no estaba bien, y preparé mi contra-ataque.
Siempre ocurría a la mima hora, al mediodía, a la salida del colegio.
Me puse en la acera de enfrente (un poco camuflado) y caí sobre ellos como un aguila de presa. Eran tres, naturalmente sólo pude prender a uno, el menos avispado, luego me dio pena, el decía, claro, que habían sido los otros.
No penséis mis queridos amigos que le pegué, no, no.
Lo pasé dentro del local, le dije que no le soltaba hasta que viniese su padre a buscarle, y como hacen todos los niños, aun siendo muy traviesos, empezó a llorar, y claro al
" Tío Pitarra", se le vinieron abajo todos los planes del escarmiento.
Mira, ¡Cómo te llames! Te vas a tu casa, y le dices a tu padre que venga a hablar
conmigo, el chico me miraba todo asustado, pues como no lo hagas voy a ir al colegio y te voy a fastidiar todo el curso escolar, en aquel tiempo esto estaba muy serio, y más siendo como era un Colegio Salesiano.
Los otros chicos gritaban ¡Suéltelo, el no ha sido!
Aquello hizo gran efecto, por la tarde vino el padre, era afable y de buen trato, y llegó diciendo: Vengo a disculparme en nombre de mi hijo, también me dijo eso, que habian sido los otros, pues su hijo siempre se lo contaba todo, es posible que así fuera.
Aquí es bueno el adaptarle el refrán de "Siempre pagan justos por pecadores "
Ahora, el era uno de los tres buenas piezas, y que alguna vez hasta me llegaron a tirar piedras dentro del establecimiento.
El padre siguió disculpándose largo rato, diciendo del castigo que le iba a poner, y yo entonces fui el que empecé a quitar importancia.
Os terminaré diciendo, que no volvieron ni a pasar por la puerta, y yo naturalmente no fui nunca al colegio a denunciarles por aquella actitud.
Aunque siempre tuve el deseo de volver a verlos, para preguntarles de donde había
salido aquel " Mote " de ¡El Tío Pitarra! …..
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