Monumento a D. Pedro de Estopiñán y Virués. Conquistador de la ciudad, MELILLA

TOMA DE MELILLA
La defensa del Mediterráneo por temor a futuras invasiones musulmanas y las operaciones de combate contra los piratas berberiscos condujeron a los reyes Católicos a la idea de acometer la empresa de conquista del Norte de África.
A tal fin, fueron enviados unos exploradores en los años 1493 y 1494 para conocer la situación en que se encontraba Melilla a fin de valorar su ocupación y atestiguaron el abandono de la ciudad - que se encontraba totalmente deshabitada - así como la demolición de las torres y murallas.
No obstante, la Corona no se decidió a iniciar la expedición, siendo el impulsor material el Duque de Medina-Sidonia, quién con autorización de los Reyes Católicos, encarga las acciones de desembarco en la ciudad de Melilla a su comendador Don Pedro de Estopiñán y Virués.
Previo a la operación naval, se desplaza Don Pedro en compañía del ingeniero militar y capitán de artillería de los Reyes Católicos, Ramiro López, a fin de examinar el verdadero estado de las murallas defensivas, así como diseñar y planificar las construcciones de nuevas defensas.
Hay que resaltar la brillantez de la ingeniería de Ramiro López –ya experimentado en la construcción de otras fortificaciones- que supuso la transición entre el castillo fortificado medieval y la moderna fortificación abaluartada.
Tras la autorización emitida por los soberanos, se hace partícipe a la Santa Hermandad –institución que disponía de una milicia propia dividida en cuadrillas que “estaban prestos para lo que el Rey o la Reina les mandasen”, y que habían tenido una valerosa intervención en la toma de Granada-
Don Pedro de Estopiñan y Virúes al frente de 5.000 infantes veteranos y 250 jinetes y una pequeña flota bien aprovisionada zarpó desde Sanlúcar de Barrameda, provistos de toda clase de avituallamiento (alimentos, armas, herramientas y materiales).
El desembarco fue el 17 de septiembre de 1497 de la siguiente manera:
Antes de llegar a las costas melillenses, se detuvieron en el mar para no llegar de día, y llegando la noche, la primera cosa que hicieron fue sacar a tierra un enmaderamiento de vigas que se encajaban y tablazón que llevaban hecho de la Península.
Trabajaron toda la noche en poner alrededor de la muralla derribada, por la parte de afuera, una empalizada con lo que llevaban. Así que cuando amaneció, los habitantes musulmanes que se encontraban por los campos y que habían visto el día anterior a Melilla asolada, ahora la vieron con muros y torres y con gran sonido de tambores y de artillería. Echaron a correr y no se detuvieron.
En los siguientes días, se dieron prisa en hacer una fuerte protección. Luchando y trabajando terminaron las obras, reparando todos los adarves y torres
Tras la conquista, Estopiñán regresó a la península, dejando una guarnición de 1.500 hombres para la defensa de la plaza, y por alcaide de ella al Capitán Gómez Suárez, así como ingenieros y un ingente número de canteros, carpinteros y albañiles con el expreso mandato de reparar las fortificaciones de la ciudad y construir nuevas murallas defensivas.
Estopiñán fue premiado con una Encomienda de Santiago mientras que su señor el duque de Medina-Sidonia se le concedió un señorío sobre la ciudad norteafricana. La casa ducal mantuvo la tenencia de la plaza hasta 1556 en que la cedió a la Corona.