La sorpresa ha sido grande, y buscada, porque Zapatero necesitaba sacar a su partido del desánimo en que había caído. Las durísimas medidas de recorte del gasto social que tuvo que imponer en mayo, a causa de la desconfianza por la deuda española y la consiguiente especulación en los mercados financieros, hicieron caer en picada la popularidad de Zapatero y de su partido. A sólo año y medio de las elecciones generales, había que reaccionar.