SISI UNA FOTO EN EL MUNDO IMPRESIONANTE
La nocturna fue un suplicio. Se ha dicho hasta la saciedad que es un tipo de festejos impropio de una feria seria. Este espectáculo de la noche del viernes lo confirmó. Poco público y la noche como acompañante ingrato para la lidia. Caminaba el festejo por los cauces de la rutina de unos toreros voluntariosos frente a toros mansos y broncos, cuando en el quinto surgió el grave percance de Iván Fandiño, que se llevó un cornalón por ser un torero honesto.
El quinto era un tío de Madrid. Será preciso recordar que poco antes, y en estos días pasados, las figuras han matado raspas ridículas, y que en la noche, con toda la alevosía del mundo, se les preparó a una terna modesta una encerrona con toros inmensos de presencia. La autoridad ha permitido la lidia de toros chicos y en la noche, con poca gente, luz artificial y un ambiente poco taurino, soltaron el toro íntegro. Ese quinto fue un marrajo al que Fandiño le planteó faena como si fuera una perita en dulce. Doblones perfectos para abrir su labor, dos tandas con la derecha dejándose llegar los pitones al muslo. El toro metía la cara alta con mala saña. Se pasó la muleta a la izquierda y, cuando trataba de cerrar una tanda, el toro le echó mano y lo zarandeó de forma impresionante por la pierna derecha. Conmoción en la plaza y el torero a la enfermería con un reguero de sangre por el ruedo. Sangre de torero macho que no volvió la cara a un toro manso y de mala clase. Eso es jugarse la vida, por ello cuando la banda, en un alarde más de desconocimiento taurino, quiso tocar el pasodoble, Fandiño la mandó callar porque sabía que se la iba a jugar. Y se la jugó como nadie lo ha hecho en esta Feria.
La nocturna fue un suplicio. Se ha dicho hasta la saciedad que es un tipo de festejos impropio de una feria seria. Este espectáculo de la noche del viernes lo confirmó. Poco público y la noche como acompañante ingrato para la lidia. Caminaba el festejo por los cauces de la rutina de unos toreros voluntariosos frente a toros mansos y broncos, cuando en el quinto surgió el grave percance de Iván Fandiño, que se llevó un cornalón por ser un torero honesto.
El quinto era un tío de Madrid. Será preciso recordar que poco antes, y en estos días pasados, las figuras han matado raspas ridículas, y que en la noche, con toda la alevosía del mundo, se les preparó a una terna modesta una encerrona con toros inmensos de presencia. La autoridad ha permitido la lidia de toros chicos y en la noche, con poca gente, luz artificial y un ambiente poco taurino, soltaron el toro íntegro. Ese quinto fue un marrajo al que Fandiño le planteó faena como si fuera una perita en dulce. Doblones perfectos para abrir su labor, dos tandas con la derecha dejándose llegar los pitones al muslo. El toro metía la cara alta con mala saña. Se pasó la muleta a la izquierda y, cuando trataba de cerrar una tanda, el toro le echó mano y lo zarandeó de forma impresionante por la pierna derecha. Conmoción en la plaza y el torero a la enfermería con un reguero de sangre por el ruedo. Sangre de torero macho que no volvió la cara a un toro manso y de mala clase. Eso es jugarse la vida, por ello cuando la banda, en un alarde más de desconocimiento taurino, quiso tocar el pasodoble, Fandiño la mandó callar porque sabía que se la iba a jugar. Y se la jugó como nadie lo ha hecho en esta Feria.