Cientos de energúmenos, muchos de ellos bebidos, blandiendo unas largas picas, terminadas en unas hojas metálicas afiladísimas de unos 35 o 40 centímetros, saldrán en busca del pobre toro que ha sido designado este año para ser víctima de la carnicería. Durante el recorrido será hostigado y acorralado y cuando pase el puente sobre el río Duero empezará a ser atacado por cientos de afiladas lanzas. Exangüe llegará a la vega y allí, casi desangrado, será rematado por un valiente mozo que le dará, por fin, el lanzazo de gracia. Una vez muerto (aunque no siempre es así), se le cortarán los testículos y pene que serán atados a la lanza del valiente matador, quien los paseará por el amontonamiento poblacional entre gritos de júbilo y en loor de multitud.