QUIRUELAS DE VIDRIALES: Antón, Antón, Antón Pirulero...

Antón, Antón, Antón Pirulero

Muchas felicidades a los llamados Antonio y un tirón de orejas a uno que hoy es un año más viejo. (Me has pillado, pero por poco tiempo, salao, pronto te dejaré p´atrás).
Como vivo en el barrio de Sant Antoni me siento un poco obligado a contaros lo que se hace por aquí. Todos los años da comienzo la víspera con un castillo de fuegos artificiales (aquí una fiesta sin pólvora no es fiesta, con crisis o sin ella, da lo mismo). Luego, por la mañana, se celebra con una especie de romería, o más bien de peregrinación de animales para ser bendecidos por el santo. Hay un colegio de curas salesianos, de los más prestigiosos de la ciudad, que tiene incorporada la parroquia de San Antón, y la gente va desfilando con sus mascotas –perros, gatos, periquitos, canarios, tortugas...- hasta que al llegar frente a la iglesia el cura los rocía con el agua bendita. Y así hasta las tres de la tarde, parece la jura de bandera. (Seguro que mañana el sacerdote tiene el brazo molido o escayolado por culpa de las agujetas). Tengo que confesar que no vi al Curita Camps. Gran amigo de romerías, esperaba quizá verlo ¡con sayal de amarguras y bastón de romero! Tampoco a doña Rita, mujer de armas tomar, campechanota, jovial y frescachona; en cuanto Camps se descuide le quitará el bastón. (Ocurre igual con doña Espe, está a la que salta, a la mínima se le subirá a las barbas a Rajoy y la muy pizpireta se atreverá a birlarle el puro y a fumárselo en un periquete en sus mismas narices). Se ven algunos burros; claro que no alcanzan, ni de lejos, en porte, nobleza y gallardía a nuestros vigorosos autóctonos de las orejas fincadas. Lo más interesante, por casi olvidado ya, es contemplar los carros, tartanas y coches de caballos; van con sus mejores galas. Unos arrastrados por caballos de tiro, magníficos, todos muy bien enjaezados con el collerón y resto de aparejos de lujo. Otros por caballitos ponys. Hay uno tan diminuto que es menor que un perro mastín y tira de un carricoche o tartana de juguete donde va subido un niño de tres años vestido de paisano, con visera y todo. Se ven también muchos caballos de montura y paseo con jinetes y amazonas, algunos con sombrero y el traje típico andaluz. Al final se dan los premios y trofeos para los mejores en las diferentes categorías.
Tiene la fachada de la iglesia unos muy antiguos azulejos donde se lee la siguiente inscripción: "Si algú no pot parlar bé, o no té la llengua prou neta, Sant Antoni té un remei: l´aigua de La Campaneta". Aquí debió haber una fuente con ese nombre. (¿Traduces, Emilio?: si alguno no puede hablar bien o no tiene la lengua bastante limpia, San Antonio tiene un remedio: el agua de la Campaneta).
Dicen que el eremita San Antón se mantenía a pan y agua y aun así llegó a los 105 años (descubrió así el milagro de la dieta hipocalórica antes que los modernos galenos. Eso era vida plena, años en cantidad y de calidad). Se le suele representar con un cerdo o puerco a sus pies. Sant Antoni del Porquet, se dice por aquí. Dudo mucho que hiciese buen papel en la bodega, estando a dieta como estaba y encima "enaguao"... De todas formas lo invitaríamos a visitar la bodega diciéndole enseguida lo archisabido: "Usted sin aquélla ninguna, señor Antón, olvídese del agua un rato, tome la jarra y eche un trago de este que viene fresquito recién salido de la cuba, a ver qué le parece. Está en su casa, no se corte, tome esta sardina asada, mire qué tufo deja, y si no le gusta el pescado pruebe ahora esta chuletita, ¿no está diciendo cómeme?" No sigo, yo creo que ocurriría en nuestro pueblo la definitiva tentación de San Antonio, seguro que en esta caía.... y si no... serviría al menos para compensarnos de la desgracia, de aquel gorrón de tan infeliz recordación. Igual el señor Antón nos dejaba de fianza y anticipo el gorrino, ¿no creéis? ¡Qué menos esperar de un santo!