De pequeños nos decían que las golondrinas quitaron las espinas de la corona del niño Jesús, con la intención de que respetásemos sus nidos, así como que no les tirásemos con cantos ni con los "ramales". A los vencejos sin embargo, había quien los cazaba con una vara larga provista en su extremo de un alambre, largo también, acabado en nudo para que pesase. Se ponían en medio de la calle o cercanías de la Iglesia y justo cuando pasaban en vuelo rasante persiguiendo mosquitos ¡zas! batían la vara fuertemente en su dirección de vuelo. El alambre zumbaba en el aire con la velocidad y a veces, por desgracia, el vencejo no podía esquivarla y caía fulminado. Eran otros tiempos. (El fito).
