Compramos energía a futuro

PUEBLICA DE VALVERDE: EL DIA DE TODOS LOS SANTOS...

EL DIA DE TODOS LOS SANTOS

Hace unos días indicaba, que según fuese recordando les iba a comentar sobre otros días populares que se celebraban en Pueblica, sobre los años 1.950. Pues bien hoy sigo con alguno de ellos.

El día de Todos los Santos, era festivo en nuestro pueblo. La mocedad en su mayoría, y con anuencia del Alcalde, iba al monte comunal denominado “Los Penosillos”, a buscar un buen carro de leña, (jaras, roble y encina).
Lo traían al pueblo y lo depositaban en un montón al lado del antiguo frontón, donde hoy se halla el depósito viejo del agua y sobre una de las paredes del antiguo cementerio; para hacer la hoguera el día de difuntos.

El día siguiente era dedicado a los fieles difuntos, y culminaba con la novena que durante 9 días se celebraba en la iglesia; y en la que aparte del Rosario y jaculatorias de petición sobre los difuntos, también había algunas cantoras, que dedicaban canciones piadosas a los mismos.
Ese día se encendía la hoguera, aprovechando que salía la procesión alrededor de la iglesia y cementerio.
Al pasar al lado, se paraba; y se rezaban unos “pater noster” y jaculatorias; entonces en latín, que diríamos ahora “padre nuestros”; por las almas de todos los fieles difuntos.
El resplandor de las llamas de la hoguera era inmenso. Algunas veces, si hacia mucho viento, resultaba un tanto peligroso. Gracias que no había tenadas de leña próximas, y al cementerio aunque saltasen las chispas y cenizas, no había peligro; porque la hierba existente estaba muy verde.
Recuerdo como algunas de las personas de mayor edad, comentaban que con el resplandor que producía la hoguera; unido a las oraciones que se rezaban, servia para que las ánimas –almas del purgatorio-, entiendo yo; salieran del mismo y pasasen al reino de Dios, una vez limpias de sus pecados.

Los mozos, en la tarde del día de Todos los Santos; muchos años compraban un carnero a alguno de los pastores del pueblo, que después sacrificaban y preparaban para la cena de ese día.
Se hacia en alguna casa deshabitada, pero con espacio suficiente para acomodar a todos los asistentes; y los responsables de la misma, con algunos amigos más íntimos; se encargaban de la compra de otros ingredientes para la preparación del carnero. Por cierto, que de forma general y salvo excepciones; si el animal era ya muy mayor; la carne daba mucho olor a sebo; y había que saber condimentarla y prepararla muy bien, para desechar ese tufillo; y que al comerla, estuviese buena la carne.
Otros se encargaban del vino, que compraban al padre de alguno de ellos; siempre que fuera bueno, y de cosecha. Se llevaba una garrafa de16 litros y otra de repuesto, por si hacia falta.

La cena se prolongaba hasta muy tarde, y cada cual; después de haber cenado bien y haber bebido a su gusto, intentaban demostrar sus habilidades. Se competía unos con otros en los distintos géneros: cánticos, chistes, fuerza, etc.
Todos tenía que cantar algo, y siempre había alguno que se hacia mucho de rogar; y así intentaba que la juerga se prolongase mas tiempo.
Otras veces salían a la calle, para demostrar la prueba de fuerza. Agarraban algún carro por los radios de una de las ruedas, y lo levantaban. En alguna ocasión, alguno llegaba a levantarlo tanto; que le daba la vuelta al carro, lo que producía un fuerte ruido; y todos despavoridos se marchaban, ante el temor de que saliera el dueño. Este, al día siguiente con el consiguiente cabreo; ayudado de un dogal o cuerda, que ataba sobre los radios de la rueda, que había quedado para arriba; y tirando con las vacas conseguía levantarlo.
Los chistes, cada cual contaba su repertorio, para hace reír a los demás; eso si, todos eran verdecitos; de lo contrario, no había juerga.

Todo hasta aquí era bueno, y sano; pero al final siempre había alguno, que por no haber digerido bien e vino: o debido a la rivalidad en demostrar sus habilidades, se terminaba en bronca; incluso con desafíos personales. Como digo yo, gracias a Dios, la sangre no llego nunca al río.

Hubo unos años que la mocedad estaba muy dividida, y en las rondas que se hacía cantando por la calle, en las noches de los días de fiesta; si se encontraban de frente unos con los otros; ninguno cedía el paso y se terminaba a golpes.
Menos mal que siempre había alguno con más sensatez, de ambos bandos; que moderaban, y no pasaba de ahí el asunto.

Últimamente, recuerdo que este día ya se celebraba entre grupos de amigos más afines, y menos numerosos; así se evitaban los problemas. Algunas veces, en vez de regresar a dormir a casa, se quedaba en el pajar hasta el día siguiente y se continuaba por la tarde consumiendo lo que había sobrado del día anterior.
La resaca, por los excesos que se habían hecho; comiendo y bebiendo, duraba varios días; y en el trabajo los padres siempre lo advertían.
El rendimiento era menor, pero lo aceptaban. También ellos habían pasado por situaciones parecidas.



Arturo Galende Palacios