De todos es sabido, de lo mucho que ha hecho Vicente Ferrer por los marginados y menos favorecidos en la India. No vamos a comentarlo ahora, pero sí lo que viene en una página de su libro, La revolución silenciosa, me hizo gracia.
Que en las campañas de contracepción, para atajar para atajar una demografía escalofriante, que echa por tierra todos los planes quinquenales, Un bebé cada segundo.
Vicente recuerda la escena vivida en un pueblo cercano de donde él estaba, había una ambulancia de la Cruz Roja estacionada en la plaza, provista de un quirófano, por el altavoz, reclamaban voluntarias para la esterilización, a cambio de un transistor.
El fracaso de la operación los llevó con la ayuda de los notables, a concentrar a todo el pueblo en la plaza para regalarles un sobrecito sorpresa, al abrirlo, los campesinos pensaron que era un chicle o un globo.
En el estrado, el oficial, en presencia de las autoridades, les hizo la demostración del uso del preservativo, puso un palo de pie... y les enseñó cómo se enfundaba.
Después de hartas explicaciones, repartió preservativos a destajo.
Al cabo de un año, los sanitarios regresaron para certificar o constatar el éxito de la operación y cuando vieron las estadísticas quedaron anodados: el registro de nacimientos había superado en mucho el del año anterior.
Los sanitarios exigieron una inmediata reunión pública para aclarar el caso. Concentrada la población, el oficial de nuevo, ante el palo fálico, interrogó a los nuevos padres. Temblorosos, subieron al escenario, el oficial insistió.
- Pero ¿usted? antes del coito, se enfundó el condón?
- Si Baba, sí repetía ruborizado uno de ellos.
- ¿De esta forma? dijo introduciendo el condón en el palo.
- Yo hacia igual, susurró tímidamente el campesino.
- Pero ¿dónde lo ponía? insistió.
- ¡en el palo!
Los responsables de la operación habían olvidado que el indio vive inmerso en la magia y que la simbología es el pan nuestro de cada día.
Que en las campañas de contracepción, para atajar para atajar una demografía escalofriante, que echa por tierra todos los planes quinquenales, Un bebé cada segundo.
Vicente recuerda la escena vivida en un pueblo cercano de donde él estaba, había una ambulancia de la Cruz Roja estacionada en la plaza, provista de un quirófano, por el altavoz, reclamaban voluntarias para la esterilización, a cambio de un transistor.
El fracaso de la operación los llevó con la ayuda de los notables, a concentrar a todo el pueblo en la plaza para regalarles un sobrecito sorpresa, al abrirlo, los campesinos pensaron que era un chicle o un globo.
En el estrado, el oficial, en presencia de las autoridades, les hizo la demostración del uso del preservativo, puso un palo de pie... y les enseñó cómo se enfundaba.
Después de hartas explicaciones, repartió preservativos a destajo.
Al cabo de un año, los sanitarios regresaron para certificar o constatar el éxito de la operación y cuando vieron las estadísticas quedaron anodados: el registro de nacimientos había superado en mucho el del año anterior.
Los sanitarios exigieron una inmediata reunión pública para aclarar el caso. Concentrada la población, el oficial de nuevo, ante el palo fálico, interrogó a los nuevos padres. Temblorosos, subieron al escenario, el oficial insistió.
- Pero ¿usted? antes del coito, se enfundó el condón?
- Si Baba, sí repetía ruborizado uno de ellos.
- ¿De esta forma? dijo introduciendo el condón en el palo.
- Yo hacia igual, susurró tímidamente el campesino.
- Pero ¿dónde lo ponía? insistió.
- ¡en el palo!
Los responsables de la operación habían olvidado que el indio vive inmerso en la magia y que la simbología es el pan nuestro de cada día.