Utilizar el problema de menores para fines políticos resulta miserable. Más aún emitir juicios sobre quien debe considerarse del pueblo y quien tiene más derecho por eso. Es digno de conversaciones de fascistas y tarugos, tanto como estar creando bandos y estar pendiente de los apoyos que tiene uno u otro, así como humillar y marginar al que se sale de las consignas dadas.