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Situación:
Villa de la provincia de Valladolid de la que dista 65 Km. Se encuentra situada en la carretera C-610, de Valladolid a Piedrahita, a 9 Km de Madrigal de las altas Torres y a 15 de Medina del Campo, a cuyo partido judicial pertenece. Su situación mesetaria hace que el clima sea extremado y su economía, que es fundamentalmente agrícola, se base en el cultivo cerealista y de remolacha azucarera; el agua es abundante en el subsuelo y una buena parte del término municipal se ha transformado en regadío. Existen, igualmente, sendos talleres de carpintería de madera y metálica y alguna empresa de transporte. Es punto de encuentro de varias carreteras y se puede comer confortablemente instalados un buen guiso castellano, un sabroso lomo de olla y hasta un buen asado. Muy cerca del pueblo se encuentra el Castillo que mandaría edificar el mariscal D. Alvaro de Bracamonte a principios del siglo XV y del que se habla más adelante. Para ser visitado es necesario ponerse de acuerdo con el dueño. En las bodegas, que las hay, pueden degustarse y comprarse vinos, tanto blancos de Rueda como tintos de la Ribera del Duero). Sugerimos a los interesados la siguiente ruta turística Arévalo- Coca- Rapariegos- Olmedo- Medina del Campo - Fuente el Sol y Madrigal de las Altas Torres. Se trata de una ruta en la que se contemplaría arte mudéjar por todos lados. Una escapada a los vecinos pueblos de Lomoviejo (casa "La Corredera" ), Cervillego de la Cruz y Rubí de Bracamonte les permitirán conocer bellas iglesias y la esencia de los pueblos agrícolas de esta zona de Castilla. Y si se lleva merienda, nada mejor que disfrutarla en "Serranos", a la sombra de los pinares.
Ayuntamiento:
Alcalde: Consuelo Sánchez.
Monumentos:
El castillo y la Torre mudejar separada de la Iglesia del mismo estilo. Iglesia gótico mudejar de dedicada a San Juan Bautista, aunque con grandes reformas en el XVIII debido al derribo de su artesonado en su nave de salon a final de este mismo siglo. En los años 70 se desmonta el artesonado del Presbiterio para ser transladado a las dependencia privadas del arzobispado de Valladolid. Cristo de las Batallas de ultimos del XV. Organo Barroco construido por Isidro Gil de Cervillego de la Cruz hacia 1781. Torre exenta de origen desconocido, ¿torre albarrana? del antiguo palacio señorial o de la desaparecida iglesia de "La Magdalena" la cual se desmonta para arreglar la nueva (la de S. Juan) Ademas existio una ermita de S.Sebastian
Fiestas:
San Juan el dia 24 de Junio titular de la parroquia y las fiestas grandes dedicadas a la virgen de la Asuncion el 15 de Agosto, estas proceden de la fiesta de una antigua cofradia.
Costumbres:
Lo más particular, la procesión del Viernes Santo. Donde se cantan unos romances algunos atibuidos a Lope de Vega.
Historia:
Los Primeros datos escritos de Fuente el sol aparecen en 1250 como parroquia mediana de la villa y tierra de Medina, a la cual pertenecio hasta la disgregacion de la misma (hacia 1450) Dicese que por nuestro pueblo pasaba muy amenudo la reina Isabel la Católica y que desde nuestro castillo hay un pasadizo que conecta con el castillo de La Mota de Medina del Campo, pueblo en el que residió La Reina Católica. FUENTE EL SOL En la mañana de noviembre, al acercarnos a Fuente El Sol, el sol mana limpio, desde un cielo muy azul por el que una claridad de mayo susurra con parsimonia de fuente tranquila. Las dos plazas del pueblo, sus viviendas nuevas, sus viviendas antiguas, huelen a mosto, a vino verde, a vino añejo. Porque «Los Curros» inciensan calles y plazas con los aromas de sus caldos, desde sus naves más modernas, en donde las uvas se prensan, y también desde la bodega vieja, que duerme feliz una borrachera de recuerdos. «Lo de "Curros", para que sepa de qué va, no es un apellido. Es así como un apodo, que viene de muy atrás. ¿Que a qué viene? Pues, a saber. A lo mejor porque en la familia son un algo rechonchos; o porque saben arriesgarse, sin miedo a nada; o porque siempre han sido, pues qué le diría yo, señores y con elegancia; lo que se dice muy curros. El apodo viene ya desde el bisabuelo de los que llevan ahora lo del vino; desde el padre del abuelo de Daniel. Siempre se han quedado, con lo de "Curros", los que han ido dedicándose al comercio y a esas cosas de las bodegas. Es como una marca, digo yo, si no digo mal. El abuelo Daniel ya cosechaba vino, que vendía a granel por la comarca. Y después, ya, le fueron embotellando. Que es un vino de mucho mérito. Que el blanco "Viña Cantosán", por hablarle sólo de uno, se ganó una medalla de oro en una feria de Milán. Que, para que se vaya enterando y haciéndolo aprecio, es como una olimpiada, sólo que de vinos... Ahora ya se bebe en sitios de postín, que hasta "Zalacaín", de Madrid, le tiene en lugar muy señalado de su carta... Y no es porque los Illeras, que son los "Curros" actuales, sean de Fuente El Sol. Que es verdad lo que le digo y lo diría aunque fueran de la China; pero lo diría en español, sabe, que, de chino, nada. El abuelo Daniel, se ve que, por aquello de que el personal fuera aficionándose al trago, animaba a todo el que veía para que bebiera. Y, así, hacía propaganda, Animaba hasta que los chavales, o quien fuera, se cargaban un poco o se alegraban para bien; que es ahí cuando se descubre que el vino es bueno. Que el malo, no es que te cargue con tiento, es que te pone cargante de veras.» El hombre me mira pensativo, mueve la boca, como si paladeara un trago, y continúa: «Parece que estoy escuchando al abuelo Daniel cuando te decía: "ven acá ¡hala, majete! otro trago más, otro poquillo..." Esos "Curros" son ellos majetes de verdad. Y son majetes también, ya se lo he dicho, sus vinos. Y, si les prueba, lo dirá usted por sí solo, en cuanto que saboree el primer buche ... » La iglesia no tiene torre. La torre se encuentra algo distanciada del edificio. «No sé si será la suya o será la de otro templo. Porque aquí, cuando alguien se extraña de ello, se dice que es que riñeron debido a que no se llevaban bien del todo. Algo hay que decir, porque cae en lo chocante... Lo raro, ya ve, es que no hayamos inventado alguna historia. Porque, en Fuente El Sol, siempre hemos sido, no mentirosos, ¡eh!, que esas son palabras más mayores, sino tirando a fantasiosos. Que lo de mentir está mal, voy conforme. Pero fantasear no tiene por qué estarlo. Que, además, si usted se inventa un algo y llega a creérselo, entonces al contarlo no miente, que está diciendo la verdad; verdad especial, pero verdad.» Le pedimos al hombre que nos hable de alguno de los vecinos con fantasía. El hombre matiza, antes de contestarnos: «Ya les he informado que mentiroso, con conocimiento de ello, en Fuente El Sol nadie ha habido.» Y nos examina con una mirada en la que a mí me parece que repica, burlona, una mentira verdadera. «Atienda y verá: estaba Valero, que te contaba, como si tal cosa, que había estado presente al final del Diluvio Universal. También subía, según él, a los pinos, con los pies para arriba y la cabeza para abajo. Y ¿por qué no, oiga? Valero era el que se llevaba a los animales a los prados de "El Alamo", a los "Praíllos" o a la "Lanchanaría". Lo hacía después de haberles arreunido y arreajuntado a todos en la Plaza Mayor, tocando la corneta. Una vez contaba cómo se le había desbocado una yegua difícil, que montaba. Y, según él, entró encima de ella en la casa de Zoilo, que era su dueño, atravesando la hoja de arriba de la puerta, que estaba algo abierta. Oiga, y ¿por qué no? A lo mejor fue ese día cuando, debido a las emociones del salto, vio lo del Diluvio Universal.» El hombre balancea ligeramente la cabeza, entre indignado y escéptico, y exclama: «Ya ve, había gentes descreídas, y sus razones no les faltarían, en lo tocante a todas esas historias. Y había uno que decía, refiriéndose al señor Victoriano, que también contaba sus cosas especiales: Ese se va a llevar a la tumba todas las verdades, menos una. Y al acordarse de un tal Perico, que no se quedaba atrás, terminaba diciendo: Este Perico se lleva a la tumba todas las verdades, que ninguna ha pasado por su boca... Estaba igualmente Restituto que le contaba, a todo el que tuviera ganas de oírlo, que cuando hacía la mili, estaba con otros reclutas en la huerta del cuartel, con tanta suerte que llegó nada menos que la reina Victoria y le dijo que si por favor la daba una lechuga. Se la dio, claro está. Y contaba que, pasados unos días, estaba él -porque era muy musical, que formaba parte de una orquesta y tocaba el redoblón- en una tienda de instrumentos. Se asomó la reina, al reconocerle, y dijo: "Estoy pero que muy agradecida por la lechuga". Así que le indicó al dueño: "Yo pago lo que aquí los caballeros compren. Estoy pero que muy agradecida por la lechuga, lo cual que era muy fresca". El aseguraba que compró una dulzaina, para no abusar... Restituto lo explicaba todo moviendo con exageración unas manos muy grandes que tenía, exageradas de grandes...» En alguna fachada refulgen los adobes, posiblemente los que fabricara en «La Cerca» el señor Celedonio. No están agrietados, quizá para darle la razón; ya que, con el fin de venderles, aseguraba que los adobes no se agrietaban nunca a diferencia de los ladrillos, a los que las heladas no hacían más que rajarles. Corren unos niños, como si alguien les persiguiera, como si huyeran de la señora Delfina. «Se pasaba todo el día a la puerta de su casa. Nunca se fatigaba de hablar. Te agarraba por el brazo y, dale que dale, a contarte cosas que a veces ni entendías... La dolía que te escabulleras. Y, cuando se encontraba con tus padres, lo primero era decir: "su chico ayer no me hizo caso"... Es que, como le hicieras caso, no hacías otra labor.» El sol de la mañana intenta encontrar, para prenderlas, algunas tenadas. Algo que hiciera una temporada Ambrosio el "Batalao". «Le llamaban así porque así llamaba él al bacalao. Era algo encasquillado en el habla. Y quemaba las tenadas, según las malas lenguas, para que el secretario le diera propina. Y es que el secretario era el encargado de rellenar los papeles de la compañía de seguros. No sé lo que habría de cierto. Fue María "Pujos" la que le descubrió con la cerilla en la mano. Y lo contó, porque a lo más posible que estaría cabreada. Pedía por el pueblo los sábados. Y algunos, para despertarla el cabreo, hacían, al verla, como unos ronquidos. Y, como se salía de sí, pues, natural, a roncarla más para verla de esas maneras.» Al recorrer el pueblo nos detenemos en la que fuera fragua de Basilio, cerca del lugar en el que se formaba una laguna, y en donde se preparaban unas tertulias interminables, para que los vecinos contaran sus verdades mentirosas o sus mentiras verdaderas. Pasamos por donde estuviera el «Taller de los Carros», otro centro de reuniones; y por donde danzara el baile del señor Adolfo. Ese era un baile muy poco visto. El señor Adolfo tocaba el pianillo y de repente, como el baile estaba a la entrada del corral, paraba la música y decía: «¡Hala!, todos a retirarse, que van a entrar las vacas... » En Fuente El Sol se celebraba con mucho empuje la fiesta de las Águedas. Desde un mes antes ya empezaban a pedir, cuando llegaba el coche correo, «que aquí nunca hemos dicho lo de coche de línea». ¡Cuántas Águedas famosas! : María la Cerera o también la Tuerta, Melchora, Petra, Patricia, Maximina. «Maximina se vestía siempre de señorita y tenía así un aire muy parecido a la señora de Franco. Con una diferencia, que aquélla tenía dientes de oro en la boca, y Maximina no sólo no les llevaba alhajados, sino que tan sólo tenía dos o tres... También estaba la señora Damiana, que cuando murió su esposo, el señor Eugenio, que blasfemaba igual que una locomotora, hizo de alguacila. Y no vea usted qué pregones los suyos más especiales. Le contaré dos: uno cuando llegaba el capitán de la Guardia Civil, para revisar algo así como los carros o los coches que había. Entonces iba y decía: "Se avisa a todos los 'veáculos' que vayan a la plaza, porque ha llegado ese señor...". Cuando aparecía el de las pensiones, ya se sabía, iba Damiana y cantaba: "Que vayan a cobrar el 'suicidio' familiar, en 'ca' Jandriche. Que lleven suelto..." Jandriche, o Alejandrillo, era el señor Alejandro, que parlaba lo suyo, y haciendo gestos a su gusto, que no nos privamos de nada. El que andaba a la cabeza, en eso de hacer gestos o "esparavenes", era el señor Patricio, de la familia de los "Quicos..."» En Fuente El Sol se recuerda todavía el robo que se cometió en el Ayuntamiento. Fue en el año 1932. «Lo cual que iban en plan de ronda Bernardo y Amador, 'El Gordo", y vieron luz en el Consistorio. Hubo sucesos y disparos. Pero todo lo cuenta una copla muy larga, de la que les voy a decir unos cachos: "El día siete de octubre Cuatro se metieron dentro Bernardo dice a Amador Al atravesar la calle a las doce de la noche y dos se quedaron fuera vámonos a conocerles. les tiran el primer tiro. a la Casa Ayuntamiento para, si veían gente, Y los que había de espías Y a la puerta de Daniel han llegado seis ladrones. avisarles que salieran... empiezan a acometerles. les han tirado otros cinco"... Fue cuando lo pasó mal Marcelino, cuando le dio por disparar a Germán "El Curro". Ya lo decía la copla: "Por Dios, Germán, no me mates que soy Marcelino Sánchez que he salido en calzoncillos a ver qué pasa en la calle..." «Pues, miren, aquí el más famoso, y el más raro y especial también Juan Antonio Illera. Hacía todo lo contrario que los demás. Todo en contra. Que los demás descansaban en la trilla de una a cuatro, pues él a trillar a esas horas. Que los demás ponían el botijo a refescar en verano; pues él le ponía a calentar y también agua caliente le daba a los animales. Era vegetariano y comía cebollas y ajos a paladas. Tenía parada en la feria de Medina; ya sabe, lo de cubrir a las yeguas y una vez, en que iba con su yerno Macario y con Julio, el zapatero, s andando antes y les dijo que les dejaba el almuerzo. Y lo que les dejó fue una mediana de pan llena de ajos cocidos y alguno crudo. Lo cual verlo, dijo chasqueado Julio, el zapatero: "Bien nos ha 'ajodido'...". Una vez le "cayeron" los caballos y se le rompió la cadera. Pidió una manta y estuvo dos horas arropado en ella en el sitio donde le cayeron. Le convencieron, para llevarle a casa y estuvo en la cama, sin consentir miraran los médicos. Y, a los dos meses, se levantó con la cadera pegada aunque, claro, con una pierna algo más escasa que la otra. Después le dio por dormir sentado durante meses. Se le abrieron las piernas y, sin médicos, se las curó envolviéndolas bien apretadas en papel de periódico. Que leía muchos periódicos y era muy ilustrado. Recibía "El Cultivador" y una revista que se llamaba "Hechos y dichos en pro y en contra de la Iglesia Católica". No iba a misa, pero cuando llegaban frailes al pueblo venga a hablar con ellos y terminaba confesando y comulgando... Iba al campo y, si le entraba sueño, se tumbaba siempre cara al sol. Decía, y a lo mejor no le faltaba razón, que al cuerpo hay que darle lo que pida, que cuando lo pide, señal de que lo necesita y que nada hace daño y todo hace daño, según le dé... Era muy instruido, igual que Eugenio, "el Canario", que venga a decir que el hombre descendía del mono. Y lo que decían los Galicia, que uno de ellos era médico: del mono descenderá él... » En Fuente El Sol, el mediodía continúa oliendo a mosto y también a lomo a la olla, que preparan y despachan en el bar «Los Chicos». «Oiga, que viene gente de renombre a catarle y a llevársele para su consumo. Que aquí se ha personado más de una vez la misma Geraldine la hija de Charlot. Lo cual que el público la miraba y cuchicheaba y decía, "¿será o no será?"; parece ser la que sale en la en la televisión y en las revistas. Y, entonces, ella fue y dijo, tan ocurrente: "sí, soy yo, no soy otra"...» Por los pagos Juancalejo y Sisones, el sol de noviembre, algo acalorado, gesticulante y sediento, busca una fuente en donde abrevar.
Turismo:
Posibilidad de visitar el Castillo y la Iglesia. Extensiones de pinares para poder merendar en la campo. Se celebra el "lunes de Aguas".