"EVOCACIÓN DESDE EL CONJURADERO"
Me taparé hoy el rostro con las manos
mientras que desmenuzo en mi memória
tanta devastación de llúvia y viento:
la antígua Cuenca es parte de su historia.
De los vacceos primitiva cumbre,
antes mucho más alta prominéncia
que hasta la gran laguna fue extendiéndose,
todo en un amasijo de existéncia.
No voy a elucubrar un pasado
que ya es noche sin luna y sin estrellas,
sin castillo, sin ruego a Santa Bárbara,
sin conjuro en su ermita en la tormenta.
Que son gemelas la vida y la muerte,
ambas se visten con la misma prenda.
El tiempo tiene alas y se pierde,
y vuelve otro igual en apariéncia.
El hombre necesita la alegría
y va buscando el vino donde sea.
Bajo esta cuesta dormía en las cubas
la sangre redentora de las cepas.
Aún oigo el respingo de las mulas,
suben los carros a las lagaretas
con los cestos cargados de racimos
de aquellas uvas dulces de la tierra.
Pisadme ya, que soy albillo y traigo
toda la luz del sol por prisionera.
Pisadme suave, ¿no veis que está naciendo
el fulgor de la copa y la botella?
Y no me iré de aquí, por que la cuesta
se ha llenado de amigos y meriendas.
Se van sentando en corros, van muy límpios,
la Virgen y S. Roque se celebra.
Recordad con orgullo nuestra estirpe
antes de que olvidada se nos pierda,
pues de ellos viene nuestra própia sangre,
la que corre caliente en nuestras venas.
Un brindis para tantos que se fueron,
que aquel vino tan suyo burbujea.
No dejemos que pasen al olvido
nuestras raíces, nuestras referéncias.
Con emoción memorizo sus nombres,
no quiero que se borren en la niebla,
que ya son muchas las generaciones
que en esa sala blanca están de espera.
Líquida permanéncia de esta villa,
desde tu mirador, torre bermeja,
llegue mi ofrenda a todos, que es de amores,
preséncia, la más íntima de Cuenca.
Me taparé hoy el rostro con las manos
mientras que desmenuzo en mi memória
tanta devastación de llúvia y viento:
la antígua Cuenca es parte de su historia.
De los vacceos primitiva cumbre,
antes mucho más alta prominéncia
que hasta la gran laguna fue extendiéndose,
todo en un amasijo de existéncia.
No voy a elucubrar un pasado
que ya es noche sin luna y sin estrellas,
sin castillo, sin ruego a Santa Bárbara,
sin conjuro en su ermita en la tormenta.
Que son gemelas la vida y la muerte,
ambas se visten con la misma prenda.
El tiempo tiene alas y se pierde,
y vuelve otro igual en apariéncia.
El hombre necesita la alegría
y va buscando el vino donde sea.
Bajo esta cuesta dormía en las cubas
la sangre redentora de las cepas.
Aún oigo el respingo de las mulas,
suben los carros a las lagaretas
con los cestos cargados de racimos
de aquellas uvas dulces de la tierra.
Pisadme ya, que soy albillo y traigo
toda la luz del sol por prisionera.
Pisadme suave, ¿no veis que está naciendo
el fulgor de la copa y la botella?
Y no me iré de aquí, por que la cuesta
se ha llenado de amigos y meriendas.
Se van sentando en corros, van muy límpios,
la Virgen y S. Roque se celebra.
Recordad con orgullo nuestra estirpe
antes de que olvidada se nos pierda,
pues de ellos viene nuestra própia sangre,
la que corre caliente en nuestras venas.
Un brindis para tantos que se fueron,
que aquel vino tan suyo burbujea.
No dejemos que pasen al olvido
nuestras raíces, nuestras referéncias.
Con emoción memorizo sus nombres,
no quiero que se borren en la niebla,
que ya son muchas las generaciones
que en esa sala blanca están de espera.
Líquida permanéncia de esta villa,
desde tu mirador, torre bermeja,
llegue mi ofrenda a todos, que es de amores,
preséncia, la más íntima de Cuenca.
