CUENCA DE CAMPOS: LA A N C I A N A T Í A, A D A...

LA A N C I A N A T Í A, A D A

Cuando fue muy viejecita, tía Ada se fue a vivir al asilo de ancianos. Compartía una pequeña habitación de tres camas con otras dos viejecitas tan ancianas como ella. Tía Ada escogió inmediatamente una butaca que estaba cerca de la ventana y desmenuzó una galleta seca sobre el alféizar.
¡Bravo, así vendran las hormiguitas!-dijeron ironicamente las otras viejecitas.
Pero en cámbio llegó un pajarillo del jardín del asilo, picoteó muy contento la galleta, y se marchó.
-Ya ves lo que has conseguido-murmuraron las viejecitas-. Se lo ha comido y se ha ido. Igual que nuestros hijos, que se fueron por el mundo, vete a saber donde, y ni se acuerdan ya de nosotras que los criamos.
Tía Ada no dijo nada, pero todas las mañanas desmenuzaba una galleta seca sobre el alféizar de la ventana y el pajarito venía a picotearla, siempre a la misma hora, puntual como un jubilado, y había que ver lo nervioso que se ponía cuando no la encontraba preparada.
Después de algún tiempo, el pajarillo trajo a sus pequeños, porque había hecho un nido y habían nacido cuatro, y estos tambien venían todas las mañanas a picotear golosamente la galleta de tía Ada, y con un poquitín de envidia.
Y ella corría, por así decirlo, con breves pasitos hasta su cómoda y sacaba una galleta seca de entre el paquete de café y el de caramelos de anís, y decía.
-Calma, calma, ya voy.
- ¡Ah!-murmuraban las otras viejecitas-, si bastara con poner una galleta seca en la ventana para que regresaran nuestros hijos... ¿Y los suyos, tía Ada, donde están los suyos?. La anciana tía Ada ni siquiera lo sabía; quizás en Austria, quizás en Australia; pero ella permanecía imperturbable, desmenuzaba la galleta para los pajaritos y les decía:-comed, vamos comed; de lo contrario no tendreis fuerza para volar. Y cuando habían terminado de picotear la galleta.
- ¡Vamos marchaos!. ¿A qué esperais?. La alas están hechas para volar.
Las viejecitas meneaban la cabeza y pensaban que tía Ada estaba quizás un poco chiflada, por que además de ser vieja y pobre, encima hacía regalos y no pretendía siquiera que le diesen las gracias.
Luego, la anciana tía Ada murió, y sus hijos no se enteraron hasta cierto tiempo después, cuando ya no valía la pena hacer un viaje para asistir a los funerales.
Pero los pajaritos volvieron a la ventana durante todo el invierno, y protestaban porque la tía Ada no les había preparado la galleta.

G. R.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Buenos días a todo@s.
Emigrante, me has emocionado; sencillo, limpio, hermoso tu relato, la pena es saber que hay hoy muchas y muchos tias ADA y tal y como vamos, con una cultura minima, con todos los valores perdidos y sin un futuro claro esto no lo arregla nadie.
Gracias por tu escrito y un abrazo
Ramón