A la entrada de un
valle, en un desierto,
do nadie atravesaba, ni se
vía,
vi que con extrañeza un can hacía
extremos de dolor con desconcierto;
ahora suelta el llanto al
cielo abierto,
ora va rastreando por la vía;
camina, vuelve, para, y todavía
quedaba desmayado como muerto.
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