ADALIA: MÁS ALLÁ DE LA PRISA Y DE LA ESPERA II...

MÁS ALLÁ DE LA PRISA Y DE LA ESPERA II

Como aún seguimos poéticamente esperando a Godot, -según el teatro del absurdo- hoy me voy a ir al gimnasio andando unos cinco kilómetros, viendo el panorama… Yo que vivo en Santander en la zona de Castilla-Hermida. Después de cruzar la calle se pasa por el parque de la Marga a un escenario surrealista, la acera con una escalera estorbando del centro deportivo “Orlando” te hace recordar como unos alcaldes se hicieron con nuestros aparcamiento del barrio, nuestras canchas deportivas, gratuitas y nos robaron un espacio vital consentido por el oportunismo y el caciquismo, sólo por el afán especulativo. De frente, el fétido mal olor de los residuos de la basura del barrio y, de más barrios, nos hace jurar en hebreo cada vez que pasamos al ver la chapuza de haber estropeado un parque público, por no querer hacerlo a doscientos metros más lejos, al otro lado de la carretera. Yo fui uno a los que llevaron a Vitoria a ver el proyecto y allí nos vendieron la moto… lo puede recordad nuestro alcalde actual, -aspirante entonces-, en una gran comida que nos dieron.
Sigo con mi bolsa al hombro mi paseo mañanero para ir al gimnasio, con una mirada interna de las cosas que están permanentemente mirándonos a nosotros y, apenas nos damos cuenta que existen, hasta que un día las observas, si te fijas bien, como lo hacen las amapolas al borde del camino. Posiblemente sea tan roja para llamar nuestra atención para que las miremos…. Ya digo, hay cosas que a uno le bullen dentro y, parecen insignificantes cuando apenas nos fijamos en lo que tenemos delante de los ojos. Quizá tu estado de ánimo no es el óptimo o al contrario si te sientes como el agua de un manantial… Porque la verdad que hay de todo, un día no das nada por tu vida y, sin embargo otros, eres como un incendio interno que no apagas ni con un caldero de agua; despertándote la curiosidad, incluso tratas de ver lo que hay detrás de las cosas más sencillas…
En todas las ciudades hay pintadas de grafitis, casi borradas por el tiempo, pero que siguen estando ahí con su mensaje olvidado, reclamando su protesta reivindicativa… La mañana lenta y caprichosa transcurre llena de luz. Recorro el camino largo con mi bolsa de deporte hasta el lejano gimnasio, pasan los coches veloces, pero el camino solitario me ofrece las huellas de los grafitis en las paredes, incluso en el suelo. ¡Cuántos mensajes! Como un grito pintado, por alguien al que nunca escuchó nadie lo que decía, como una protesta inútil... (ahí están las ilusiones del porvenir de muchos que se quedaron por el camino, el futuro sin llegar, aún mientras nos dejamos robar nuestros sueños, por los falsos profetas del progreso).
Aparece el remolque aparcado de “Cantabria Infinita” su foto nos recuerda la villa de San Vicente de la Barquera, descolorida como los sueños de los políticos de un tiempo regionalista. No sé si Infinita, pero si paradisíaca…
Todo está tranquilo, alguien pasea a los perros, por un prado cuajado de florecillas encogidas por la sombreada mañana, le hago una foto a unas margaritas, pensando en volver a hacerlas otra al regreso, cuando el calor del sol las haya acariciado. Bordeo la fábrica de Nueva Montaña donde una fila de camiones espera para llevar su producción. Un largo puente en el que sólo escucho mis pasos. A lo lejos veo una chica que me alegra la mirada, cruza en silencio y sólo me deja la leve caricia de un perfume de mujer. Paso por un espacio casi vacío de casas, donde la burbuja inmobiliaria se detuvo. Una chica pasea un perro y la digo algo al pasar, me responde con una sonrisa, mientras la comento que si se ha fijado que la naturaleza nos habla… Cae en la cuenta conmigo, en que las chispitas del roció de la mañana entre la hierba hace unos destellos que fotografío –Además ella también se llama Rocío y, su perro Tomy, que juguetea entre los dos como un diablillo-….
Los chorros del agua del Spa te dan un masaje por la espalda que te hacen olvidar las molestias de las cervicales… Vuelvo sin coger el autobús, mientras le esperas puedes llegar a casa y, además te pierdes todas estas cosas que cualquiera puede comprobar. De repente algo cambia, al percibir un fuerte olor a hierba recién cortada. Un hombre con una segadora estaba cortando la hierba y ya habían desaparecido las florecillas que iba a fotografiar de nuevo. El alma de las flores quizá sólo exista en pensamiento poético. Sólo se me ocurrió pensar en el poema “A un olmo seco” de Antonio Machado, “Mi corazón espera también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de otra primavera”.
Jacinto Herreras Martín