ADALIA: EN TIERRA DE ISRAEL...

EN TIERRA DE ISRAEL

Antes de nacer estuve por Tierra Santa, allá en Oriente Medio donde otro Jesús como yo nació y murió crucificado, hace más de dos mil años.
Yo me veía mentalmente entre nubes de armiño, con alma de una criatura que desea nacer para vivir con amor. Me pude sentir con alas de mariposa por la orilla del mar muerto y, por la ventanilla de una frágil avioneta por el desierto de Judea, sobrevolando Masada, la montaña fortaleza, donde se produjo un suicidio colectivo ante un asedio del imperio romano.
Recorriendo los santos lugares como el mar de tiberiades por donde Jesús anduvo sobre las aguas. Un escenario bíblico de cristianos y judíos. Con profeta de fondo, según ellos, que ha transcendido y transcenderá eternamente, porque vino a morir en la cruz en el mismo lugar donde se encuentra el Santo Sepulcro. (¡Si ahora viera la eterna encrucijada de judíos y palestinos, donde tristemente se desarrolla el melodrama religioso!).
Detrás de los minaretes un horizonte abierto a la ternura de un niño que desea nacer y vivir lejos, entre las montañas cántabras y leonesas de un país Europeo y, concebido en Tierra Santa, poco santa. Más bien una cárcel, un eterno holocausto, como en Cisjordania que clama en el desierto. Desde un humilde pesebre en Belén donde nació, un sitio que se convirtió en prisión al aire libre. En Israel no hay más que un poder que traiciona a sus descendientes. Una guerra interminable de odio entre hermanos, que rige un demonio más listo que Dios, con tanto poder que casi todo el mundo le ignora y, un Jesucristo crucificado que sigue predicando inútilmente en algunas conciencias, de los bien nacidos claro, lloriqueando en el famoso muro de las lamentaciones...
La mala conciencia de un mundo al revés, me hace mirar con ojos transparentes recorriendo infinitas moradas. Miro desde lejos un planeta perdido en el universo, más bien un pozo negro teñido de un azul celeste. Un planeta bello y absurdo, donde reina la injusticia, ya que el amor humano está marginado en unos pocos. ¿Si Dios viera el mundo más de cerca…?. Lo que antes fue un sueño, ahora son campos extraños esperando a que algo cambie, pero cada vez se complica más y más por culpa del egoísmo de los hombres. Yo que he ido creciendo en el vientre de mi madre y ya traspasando la piel pude ver la luz para vivir en paz si me dejan, en un mundo de valientes, si prevalecieran los valores humanos.
Mi bautizo cristiano fue en Covadonga, al pie de la Santina, donde mi abuelo decía que yo venía de un cielo imaginado a un cielo acariciado; como un pétalo de flor en una semilla para fructificar.
De momento nada malo he aprendido porque sólo he visto muchos mimos, y la ternura de mis abuelas, con las que poco a poco ahora, ya con más de un año y medio he aprendido a caminar… Vivo contento entre una familia feliz. Mi futuro va apareciendo en la hondonada de un mundo incierto, pero mi inquietud de niño juguetón, donde me paso las horas en los columpios y, correteando imitando a Pocoyo por los dibujos animados, merece la pena vivir sonriendo a todo el mundo.
Todo me sorprende y aprendo cada día. Cuando miro la luna quiero cogerla como si fuera un balón que me regalan. Hoy sólo he podido alargar los brazos para cogerla mientra me he quedado dormido.
Jacinto Herreras Martín