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VALDENARROS: Os dejo un trocito de relato. El resto lo podéis leer...

Os dejo un trocito de relato. El resto lo podéis leer en mi blog: traslasamapolas. blogspot. com
Besos a todos.

ESE EXTRAÑO PRESENTIMIENTO

Los primeros recuerdos de esa casona danzan por mi memoria como chispas que lanza el fuego. Desde muy pequeño me había hipnotizado, quizá por la desnudez de sus paredes o por la altura de su artesonado de madera vieja y oscura, pero cada año que la veía, sentía a la vez una atracción imperiosa por estar allí y un temor profundo a que sucediesen hechos extraños. Quizás este miedo solo fuera creado, deseado y temido por la mente de un niño ansioso de peripecias.

Según contaba mi padre, mi abuela había fallecido cuando él solo contaba con once años, después de una larga enfermedad que la tuvo postrada en la cama durante bastante tiempo, el cual ocupaba rezando. Cuando murió, llevaba encima su rosario cuyo brillo había desaparecido hacía por lo menos una década.

Aquel verano, acababa de cumplir precisamente once años y sabía que iba a ser especial. Sentí como si una alarma interior me avisara del acontecimiento en ciernes que pronto acaecería.

Yo dormía en una alcoba enfrente del cuarto de mis padres y nunca me había importado; pero en esa noche, tenía una extraña inquietud y les dije que me dejaran dormir con ellos. Por supuesto mi madre se opuso, pues no entendía como podía tener miedo después de tantas veces como había usado el susodicho habitáculo.

Acababa de acostarme y mi desasosiego estaba a flor de piel. Repentinamente, noté como una respiración pausada. No sentía el soplo, solo el ruido. ¡Imposible!, sería mi absurda obsesión –pensé–. Contuve la mía y agudicé el oído. Seguía ahí, quizás más lenta todavía. No podía salir corriendo, ya que mis padres pensarían que todo era efecto de no querer dormir solo; así que di media vuelta e intenté ignorarla, ocupando mi mente con otros pensamientos mientras llegaba Morfeo. Nada, todas mis cavilaciones se esfumaban y los cinco sentidos volvían a estar pendientes de mi ofuscación. Ahora no solo notaba el sonido, sino también el hálito. Me levanté como un cohete y corriendo crucé el corredor; haciendo que mis padres encendieran la luz asustados. No dijeron nada, solo me miraron a la vez que se desacoplaron de su sitio para hacerme un hueco.

A la mañana siguiente ya pensando en lo absurdo de la situación, estaba deseando salir a jugar para contárselo a mis amigos; pero me contuve hasta la noche, porque normalmente en ese periodo del día era cuando nos juntábamos para contar historias de miedo. Para dar más emoción a los relatos, quedábamos en los muros del cementerio, y precisamente ahí relaté mi historia, presumiendo de su veracidad y mi coraje; pero modificando el final, ya que no quería quedar precisamente como un cobarde delante de mis compañeros.