PEÑALBA DE SAN ESTEBAN: EN AQUELLA NOCHE OSCURA...

EN AQUELLA NOCHE OSCURA
Eran las dos de la madrugada de un 19 de agosto de 1993, un automóvil circulaba por aquella carretera nacional, desde Madrid hacia el Burgo de Osma. La noche era tormentosa, los relámpagos brillaban, con una fuerza descomunal como diría un buen castellano, una vez pasado el desvió que conduce a Riaza, desde la carretera nacional, I, kilometro 103, la tormenta empezó soltando granizo y aguacero con mucha intensidad. Más el conductor del automóvil, se encontraba diestro en tormentas y piso mojado, y así circulo hasta pasar los Altos de Ayllón, donde parece que los relámpagos continuaban, pero sin soltar agua las nubes, solo el olor de tierra mojada, una vez bajada la gran rampa de los Altos, el conductor se dio cuenta de algo extraño, que nunca le había pasado, el kilométrico del coche, se quedaba parado, y sin embargo el coche seguía avanzando sin apenas hacer ruido. Sus ojos seguían mirando al cuadro del vehículo además de la carretera, que en ese lugar esta llena de curvas peligrosas, aunque se dio cuenta que el coche seguía el camino sin notar el ruido del motor, ni el rodaje de las ruedas sobre el asfalto. Parece que en eso momentos algo le borro la vista y de pronto se encontró, pasado el pueblo de Peñalba, y empezó de nuevo a sentir, todo los ruidos y vibraciones del coche, no había pasado ni tres kilómetros, cuando la guardia civil, le para en un punto señalizado, y le pregunta usted ha notado algo fuera de lo normal en su viaje, el conductor no se atrevió a contar su rara experiencia, por pensar que le llamarían loco, pero algo raro pasaba en aquel recorrido, que no solo la tormenta de relámpagos era el motivo de dicha pregunta. Al día siguiente en el Burgo de Osma, escucho en una carnicería unas palabras que le sorprendieron, el sujeto era un hombre de mediana edad, y relataba, como la noche anterior, en la carretera de Soria, había notado que su automóvil anduvo más de cinco kilómetros sin tocar el suelo, a lo que el carnicero le comento, no estarías borracho, el hombre aquel le dijo, estaba completamente sereno, y yo diría que los rayos de la tormenta, quizá me hicieran daño al cuentakilómetros, pero es que no sentí las ruedas sobre el suelo durante más de cinco kilómetros. El conductor que había sufrido una cosa parecida, viniendo de Madrid, le pregunto, no se quedaría usted dormido, y el sujeto le dijo, yo jamás conduciendo me duermo, tomo muchos cafés, para evitarlo, pero lo de anoche nunca me ha pasado. En esos momentos se dio cuenta de dicha casualidad, ya que los dos coches sufrieron el mismo percance, el quería recordar todo aquel camino, si quizá los rayos le deslumbraban en aquel campo ya segado, donde solo existían rastrojos, que en aquel momento solo soltaban olores a tierra mojada. Peñalba, un pequeño pueblo, pero lleno de arboledas, no recordaba a verle pasado, en aquella noche para el tenebrosa, a la vez que misteriosa. Cuando días después el conductor volvía hacia Madrid, empezó a recordar todo aquel camino de misterio, sus curvas donde el no movía el volante, y el coche guardaba el centro de la carretera. De nuevo empezó subiendo aquella cuesta que empieza, cerca de Piquera de San Esteban, y se acordó que aquella noche su coche no recibía las gotas de agua de la maldita tormenta, el coche parecía tener prisa, por pasar de tan misterioso lugar, subió la cuesta que conduce hasta Los Altos de Ayllón, y parece que todas las pesadillas desaparecieron de su mente. Días después en Madrid escucho comentar una historia de terror y miedo, con muchos parecidos detalles, de lo mismo que había sufrido el, El guardo silencio, no quería que nadie le tomara por loco, pero en su mente continuo llevando encima aquel terrible misterio. G X Cantalapiedra.