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Título: El pregonero

Hubo un tiempo que tenía un perfil profesional, y en aquellos años de escasez era un pluriempleo para desahogar un poco las telarañas de la cartera. El perfil profesional se refiere a que era una actividad propia del alguacil, que también era el pregonero. En aquellos años en los que el calor olía a humo de la lumbre, el pregonero, en su vertiente de alguacil, era como el portavoz municipal. Cualquier noticia de interés, cualquier acontecimiento de importancia, cualquier advenimiento inesperado, eran informados por el alguacil, por horas pregonero. El sistema era muy simple. El alguacil tiraba de corneta y se daba una vuelta por el pueblo a una hora determinada. Lo de la hora era importante porque debía ser aquella en la que todos, o la mayor parte, de los habitantes del pueblo estaban en casa, o en la taberna. En ese momento el alguacil en cada esquina hacía una parada. Soplaba la corneta con unos toques de atención, e inmediatamente después, lanzaba su mensaje, casi siempre precedido de una fórmula mágica. " Se hace saber, por orden del señor alcalde....." Y así como una letanía lo repetía por todas las esquinas del pueblo, sin variar el repertorio ni la música. Era además una información que suscribían todos los vecinos, porque si el alguacil había pregonado que el martes a las siete había reunión de labradores ninguno de ellos podía decir que no se había enterado. Yo así, a bote pronto, me acuerdo de alguaciles significados como el Eusebio y el tío Lagunas.
Pero por eso del pluriempleo, había veces que también eran pregoneros a secas. Cuando alguien venía a vender o a comprar al pueblo, ellos repetían el ritual, eso sí sin comenzar con lo de " por orden del señor alcalde". Lo sustituían por una información del lugar donde estaba el punto de compra o venta y un somero resumen de los productos que se podían adquirir o desprender. El pregonero-alguacil era como una emisora de radio local todo noticias. En este caso, en el del pregonero, su trabajo era recompensado con la voluntad del anunciado. Y ahí nació la frase de " darle un cuarto al pregonero".
El alguacil desapareció absorbido por éxodos y reconversiones. El de pregonero se mantuvo más tiempo, aunque hubo un relevo generacional. Su lugar lo ocupamos los chicos del pueblo, que en cuanto venía alguien a comerciar íbamos corriendo a ofrecer nuestros servicios a cambio del cuarto de rigor. La voz de solista del pregonero oficial fue sustituida por el coro de los niños cantores de Blacos, que por conseguir una propinilla pregonábamos hasta en el cementerio, la iglesia o la fuente Negrilla, aunque allí sabíamos que no nos escuchaba nadie.
Con este pregón colectivo acabaron primero las bocinas y después los altavoces. Los consumidores se acostumbraron a acudir a la plaza al oído de la bocina. Al principio no sabían muy bien quién era, pero después distinguían perfectamente al panadero, el pescadero, o el de Vadillo. Cuando crecimos y conseguimos tener coche, más de una vez tocamos la bocina para confundir a la gente. Era como una pequeña venganza por la muerte del pregonero. Un muerte que me ha impulsado ahora a mí a hacer de alguacil y pregonero. Y lo hago con la esperanza de que alguien esté dispuestos a " dar tres cuartos al pregonero".