BLACOS: Han sido los primeros síntomas, pero es algo que comienza...

Han sido los primeros síntomas, pero es algo que comienza a despertarse y me temo que tendrá un largo insomnio porque los complejos son así, parecen una anécdota y se acaban instalando en tu vida sin intención de pagar alquiler y sin aceptar cualquier tipo de hipoteca. Y es que siempre se llega a un estado en la vida, a una edad, en la que las vísperas empiezan a ser la de después. Es una etapa, espero que larga y fructífera, en la que te abruman los recuerdos y empiezan a flaquear las esperanzas. Es esa época en la que ya pesan los peldaños de subida y hay que agarrarse al pasamanos de la experiencia cuando pretendes bajar y evitar cualquier resbalón. Es un estado vital en el que tienes la sensación de que ya estás de vuelta de todo, aunque cuando te paras a pensar te das cuenta que todavía no has ido a ninguna parte. Es esa franja que está al otro lado del ecuador y en la que ya te empiezan a sobrar los motivos para cualquier decisión que se te ocurra tomar. Pero, ojo, tiene sus ventajas. Llega un momento en el que ya no te esfuerzas en hacer amigos, primero porque igual tienes bastantes. Y segundo porque si hasta ese momento no has sido capaz de hacer amigos, tienes que empezar a pensar que ya no es hora ni lugar para tender puentes y suavizar encuentros. Pero por otro lado cada vez estás más lejos de la preocupación por los enemigos. Si los tienes, empiezan a diluirse como un azucarillo y esto te produce una suave sensación de bienestar y de paz, al mismo tiempo que quitas cualquier importancia a aquellos enfrentamientos o a aquellas desavenencias que te martirizaron alguna vez. Ahora ya no, porque estás al otro lado del rumor y de la maledicencia. A estas alturas la vida ya te ha enseñado que nada es eterno, que importa muy poco lo que otros piensan o digan y que ya no es tiempo de convulsiones, ni siquiera de decepciones. Ahora ya es tiempo de calma, de paz y de indiferencia pero a la vez de apego a lo conseguido. No hay materialismo latente, pero sí hay gratitud y cariño. Te quedas con los que quieren viajar contigo por ese camino, con los que han querido estar a tu lado en la travesía, que a estas alturas seguro que son exactamente los mismos con los que tú has querido viajar. Si coincide, fenómeno, si no, pues que le vas a hacer. No te vas a poner a hacer ahora lo que no has hecho durante el resto del tiempo que has vivido. Ha sido poco tiempo, pero suficiente para separar el grano de la paja, aprender a diferencia la amistad de la compañía y para no perder el tiempo en los que lo pierden con cosas que ya sabes que no merecen la pena. Es tu tiempo y han sido suficientes inviernos encima como para aprender a aprovecharlo y no desperdiciarlo en atajos que antes o después conducen a la nada.
Y alguno, si queda alguien, que lea esto, pensara, ¿Y a que viene ese ataque de melancolía? Y seguro que también alguno, como el sagaz detective del Regato, habrá acertado en la respuesta. Se llega a una edad en la que cada vez que se cumple un año más, se abre el libro de reclamaciones y se empieza a pasar factura al futuro. En mi caso empezó de la manera más tonta, como empiezan los tornados o los tsunamis. Siempre que llegan estas fechas me gusta regalarme algo, y eso es lo malo, que ese simple hecho te acaba demostrando que tu subconsciente va por delante de tu pensamiento. Hace muchos años, el regalo hubiesen sido la colección completa de los discos de Sabina, unas llantas deportivas para mi golf, el equipo de música más moderno del mercado, la ropa del momento, un reloj resplandeciente etc. etc. Pero este año me sorprendí a mi mismo regalándome.. ¡un albornoz". Sí, sí, un albornoz. Entiendo que las mujeres piensen que es un regalo práctico e incluso necesario. Pero yo después de ese impulso espontáneo, empecé a pensar y ahí es donde llegó el ataque de nostalgia. Me di cuenta que, sin pensarlo, me había comprado un albornoz porque a las siete de la mañana hace mucho frío y después de salir de la ducha ya no aguanto como antes " el fresquito". Y eso sólo fue el principio de mi depresión. Porque esto me sirvió para darme cuenta de la cantidad de cosas que hago que antes no hacía. Después de ducharme me seco el pelo para no salir a la calle mojado. Si la temperatura está por debajo de los cero grados, me pongo un gorro de monte porque noto como que el hielo me entra por la cabeza. Además me pongo guantes y bufanda. Cuando veo la tele tumbado en el sofá, hace días que me tapo con una manta, algo que no había hecho en mi vida. Estos días congelados, noto un frío en la pierna izquierda que me obliga a tenerla junto al radiador para calentarla. Antes me encantaba salir a la calle a hacer noticias, y tirar unas bolas de nieve. Ahora no salgo ni aunque me lo recomiende el médico. Ya sí podrá continuar con un montón de cosas que se han incorporado a mi vida sin darme cuenta. De una en una parece que no tienen importancia, pero si cometes el error de juntarlas y repasarlas despacio, te hundes en el precipicio. Y descubres algo que tratabas de evitar: Te das cuenta de ya te has hecho mayor. Y cuando estás en plena cuesta bajo, se juntan todos los diablos para hundirte. Viene un chaval y te pregunta la hora, eso sí te trata de usted y te jode... aunque no lo reconozcas. Vas por la calles y procuras mirar al infinito, porque si por casualidad pasan tus ojos por los de una chica joven te entra un ataque de pánico por si piensa que eres un viejo verde. Te descubres dando a tus hijos los mismos consejos que te daban tus padres, esos que juraste que tú nunca darías a nadie. Te molesta que estén siempre colgados del móvil, que no te muestren respeto, y que pongan en duda tus opiniones, Y ya si dicen que esa opinión la tienen los de tu edad pero que ellos son jóvenes, inmediatamente después buscas desesperadamente el teléfono de un siquiatra para ponerte en sus manos. Ya no te gusta una clase de ropa que antes te enamoraba. Si vas a la planta joven del Corte Inglés, descubres miradas inquisitivas de empleados y clientes, en las que crees leer que se interrogan sobre lo que hace una persona de tu edad en esa planta. Vas al banco y todas las ventajas, son para los que tienen el carnet joven o para los jubilados. ¿Y nosotros qué? Somos lo que peor lo estamos pasando y no existimos para casi nadie, nos ignoran, estamos en una franja de edad en la que casi deberíamos borrarnos para no molestar. Luego pasa otra cosa. Cuando nosotros éramos jóvenes, el mercado laboral prefería la experiencia y la responsabilidad de la edad. Y ahora que tenemos las dos cosas prefieren la juventud y la agresividad de los que tienen todo por delante. Esto no hay quien lo aguante,. pero todavía puede ser peor. Porque te puede pasar que tengas un amigo unos cuantos años más joven que tú, que cuando cumple años te da la monserga con eso de " qué mayor me estoy haciendo, cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando estuve en la mili". Y tú tienes que hacer verdaderos esfuerzos para no aniquilarlo al instante porque en el fondo lo que te quiere decir es que tú eres ya tan mayor que debes ser ajeno a preocupaciones como las suyas. La verdad es que llegados a este punto yo me atrevo a afirmar que me encuentro en la edad más difícil de la vida. No estás a un lado ni al otro, pero te empujan desde los dos para que te vayas a otra parte. Vale ¿y dónde está esa otra parte?. Si alguien los sabe le estaría eternamente agradecido que me lo diga. Lo podía buscar yo, pero en cuanto intento utilizar el GPS siempre hay alguien en el coche o fuera que te recuerda " Déjale a tu hija, que es joven y están más acostumbrados a estos aparatejos". ¡y una leche! Estará más acostumbrada a guasapear con los amigos, pero cuando se trata de que te lleven, te traigan y paren por el camino para comprar algo, ahí sí, ahí sí, los de mi edad todavía tenemos un papel que jugar. No es más que el de chófer, pero bueno, algo es algo. Y todo esto me ha pasado por regalarme un albornoz. Al año que viene me compro un viaje a Disneyland. A ver si cuela.