me he trasladado de nuevo a aquel dia de mayo, en el que en ese escenario que describe Alejandro, y que parece sacado de una fotografía en tres-de, pues tan real lo presenta. y que pecados tiene una niña de 9 años, pues era tal la inducción, a la que nos sometía el cura o la maestra, o el catecismo, que con esta corta edad, ya tenia una larga lista. Tantas faltas de respeto, pereza, las pesetas cogidas a escondidas, los pensamientos impuros, que no, no habían llegado a pasar al plano material. estos eran los que mas despertaban el enfado del ente que ocupaba aquel estrecho recinto, que te conminaba a que hablaras mas alto, como si no estuvieran tus amigos en el banco de al lado poniendo la oreja. La penitencia, la mia fue muy larga no se cuantos padrenuestros un credo y un sñor miop jesucristo, fue la mas laarga de mi carrera com practicante, pues aprendí, que los que no había confesado pasaron desapercibidos. y a partir de este descubrimiento, La mentira, fui la niña mas buena, la adolescente mas disciplinada. Si entonces hubiese sido consciente del silencio, que era paz en nuestra pequeña iglesia, de ese haz de luz, que apenas rompía la penumbra, de la presencia gallarda o serena de las imagenes que habitaban los altares, si hubiera aprendido a valorar la belleza intrinsica en ese momento y ese lugar, habria seguido acudiendo a a arrodillarme en el viejo confesionario. Hablaria en silencio, que nadie intuyera mis cavilaciones, ni siquiera las paredes. Y este espacio en blanco, en el que escribo para comunicarme con vosotros, pero sobre todo para mantener abierta la posibilidad de que Alejandro acuda con uno de sus relatos y me llene de sensaciones olvidadas, que me colocan, en mitad de la iglesia, o en la plaza, o en una calle cualquiera de nuestro pueblo.
animaros a participar.
animaros a participar.
