BLACOS: Antes de continuar con mis relatos, quiero recordar...

Antes de continuar con mis relatos, quiero recordar que todo lo que cuento es fruto de lo que he oído, me han contado o he visto, pero por supuesto estoy convencido que habrá errores, los que desde luego estoy dispuesto a corregir. Mi pretensión no es la de sentar cátedra, si no la de honrar y homenajear a nuestros antepasados que como estáis viendo fueron capaces de llevar una vida social plena y aplicar, lo que hoy parece un plan energético económico social nuevo, llamado economía sostenible, que no es más que rentabilizar lo que da la tierra sin dañarla y respetando el medio ambiente. Ósea, lo que siempre hicieron ellos.

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Caminando por el perímetro exterior bajero del pueblo, y recordando los puntos que me han parecido más interesantes, hemos llegado a la ERA, estoy seguro que lugar mágico, polifuncional, que era capaz de juntar a todo el pueblo en algarabía, trabajo sudor, esfuerzo y alegría, durante los meses del estío. Era un sin parar, los carros y machos acarreaban desde las fincas los haces de trigo y cebada, acompañados por los chavales los tábanos y las moscas, para luego extender la parva, cada uno en su lugar asignado en la ERA ALTA o en la ERA BAJERA, y allí empezar todo el trabajo que llevaba separar la paja del grano. Empezaba con los triíllos, que se liaban a dar vueltas y vueltas al circulo que formaba la parva, con los mayores surfeando por encima de aquellas olas amarillas y polvorientas, y los más jóvenes sentados detrás de aquellos barcos de quillas de piedras afiladas, que poco a poca iban separando lo importante de la paja, sin perder de vista la cola de los machos, por si la levantaban, meterles rápido la lata en el culo y evitar que se cagaran en lo mas sagrado. El polvo de la paja se te metía por todos los sitios y si era de cebada picaba que se jodía, los botijos corrían de lado a lado para refrescar los gaznates y el sol no dejaba de apretar.
Una vez terminado el trabajo del trillo, se amontonaba todo y empezaba el trabajo de las horcas y el viento, había que trabajar en equipo, la horca lanzaba el trigo y la paja a lo alto y el aire hacía volar la paja a un lado, para volver a caer el grano al montón, ya muy purificado el trigo o cebada se pasaba por el cedazo o criba y se acababa de quitar así totalmente la paja.
Una vez limpio el fruto de tantos esfuerzos, sacrificio y miradas al cielo, tocando el renublo tente nublo, sacando a pasear al San Acacio, primero para que lloviera, luego para que no cayera el pedrusco, se metía en sacos y se guardaban en los graneros. El trabajo estaba terminado el grano guardado y del resultado de la cosecha dependía lo bueno o malo que era ese año. De aquí comería la familia y los animales.
Ya se podía ir de fiesta, ahora la ERA pasaría a cumplir otra función más lúdica, jugar a la tanguilla, a la calva o al fútbol, que también ha sido siempre un buen campo de deportes donde se han disputado grandes derbis de solteros y casados y se han pegado buenos revolcones.
Luego empezaron a aparecer en la era las primeras máquinas, los primeros tractores, aquellos Barreiros rojos descapotables, con las ruedas hinchadas de agua, que vaya putada si les pinchabas la válvula, que de ostias nos dieron a algunos y aquellos remolques que tenían un asiento en el que nos encantaba ir, las aventadoras, aquella trilladora grande, que parecía uno de los inventos de Julio Verne. Hervía de vida, de noche y de día.