RAPARIEGOS: SE ACERCA LA NAVIDAD....

SE ACERCA LA NAVIDAD.
Cuando yo era niño, como todos los niños en estas fechas, ya estábamos pensando en las vacaciones de Navidad, el día veintiuno por la tarde estuvimos jugando en la calle y a la puesta de sol mas o menos, una densa niebla húmeda y fría empezó a cubrir tejados, calles, las bodegas, que era uno de los lugares donde los niños jugábamos asiduamente, hasta los mas apartados rincones del pueblo quedaron cubiertos de esa blanca niebla, nos recogimos pronto por que en la calle, con la niebla y el frio no se podía jugar, cene un poco y, un poco aburrido, me acosté pensando que al día siguiente nos daban las vacaciones, la noche fue larga y fría y oí cantar el gallo sobre las cinco, pero seguí durmiendo, después me dijo mi gente por la mañana que la niebla había desaparecido a media noche, dejando un cielo raso oscuro cubierto de estrellas. Me levante temprano, era día veintidós de diciembre y en esta fecha siempre nos daban las vacaciones.
Por la mañana acudíamos a la escuela, pero antes de salir de casa había mirado por la ventana para ver el tiempo que hacia y no pude ver nada porque una gran helada había cubierto los cristales con escarcha, dibujando en ellos con el hielo, gran cantidad de figuras que, aunque no representaban figuras concretas si daban a los cristales una gran belleza, estuve tentado de quitar la escarcha con el puño de la manga del jersey para ver la calle, pero me arrepentí, para no estropear la gran obra que había realizado por la noche la naturaleza, pero no solo eso, me me acerque a la puerta de la casa, una puerta de las antiguas, de dos hojas como se decía entonces y subiéndome en la parte de abajo hasta la mitad, saque la cabeza y mire hacia arriba y hacia abajo para ver esa misma calle, que no había podido ver por los cristales de la ventana, estaba entre dos luces como se decía entonces y las bombillas de las esquinas seguían encendidas, a pesar de poca luz que había pude ver con esa vista tan extraordinaria que tienen los niños, que en las bocatejas de los tejados de enfrente, había colgados en todas y en cada una de las tejas, carámbanos largos, o caramelos de hielo como decíamos los niños en aquella época, después a la escuela con pantalón corto que en esa época no nos ponían pantalones largos hasta los doce años, no me estoy quejando ahora, es contar las cosas como eran, pero a pesar de eso no recuerdo pasar mucho frio.
También tengo muy presente y lo recuerdo muy bien, el sonido que salía de alguna de las casas de algunos vecinos, la radio, cantando los niños de San Ildefonso los números de la lotería de Navidad, con ese soniquete tan repetitivo metido en la cabeza y contentos por ser el día de las vacaciones, bajábamos a la escuela.
Bajando por la plaza, nos dábamos de frente con la olma, en estos días de diciembre ya estaba pelada de hojas y sus ramas desnudas cubiertas por gruesa y muy blanca escarcha, nos recordaban que era la época de la Navidad, hay cosas que cuando eres niño se quedan grabadas en la memoria y ahora de mayor en este tiempo de Navidad, no se me olvida esa estampa impresionante de la olma pelada y cubierta de escarcha blanca.
Estos días anteriores a Noche Buena, las mujeres de la casa ya iban preparando algo extraordinario para celebrar las fiestas, compraban nueces, higos blancos, castañas con cascara, que asábamos en la lumbre baja, metiéndolas entre la caliente ceniza y como yo era un poco trasto, metía alguna sin cortar la cascara y al explotar salía volando la negra ceniza, castañas pilongas que así nombrábamos a las peladas y un
poco de turrón, de cena el día de Noche Buena en algunas casas, era costumbre cenar algún capón de esos antiguos del año anterior, con la carne apretada, que las mujeres tenían reservado para estas ocasiones, ¡que capones! El día de Noche Buena por la mañana temprano, recuerdo a mi tía descolgando el capón que había tenido toda la noche colgando de un clavo de la campana de la chimenea, después de sacrificarlo y envolverlo en un trapo blanco, para que se oreara un poco, después con mucho cuidado iba haciendo trozos no muy grandes, para que al meterlo en una gran olla de baro grande cociera muy lento durante todo el día, pegado a la lumbre con un aderezo o guiso exquisito, a la hora de la cena el capón estaba listo y humeante.
Los hombres en estos días hacían acopio de leña cortando cándalos que así llamaban a las ramas de los pinos de los pinares para encender la lumbre baja que había en la casa en aquella época.
No se me puede olvidar en estas fechas el día de los Santos inocentes que es el día veintiocho de diciembre, era un día muy importante en el pueblo y los jóvenes lo disfrutaban mucho desde el día anterior, haciendo acopio de leña robada de las tinadas de los vecinos para hacer la hoguera en la plaza, también saltaban a los corrales y abriendo la puerta del gallinero cogían algún pollo, mejor si era capón, para la cena, en alguna casa si estaba la puerta abierta, cogían algunos chorizos prestados de la matanza que, en estas fechas en muchas casas estaban colgados en unos varales en la cocina, para que el humo de la lumbre baja los ahumara un poco, dándoles un curado y sabor estupendo.
Los niños a lo nuestro, contentos por las vacaciones jugábamos, corríamos y haciendo algunas trastadas pasábamos el día.
Con estos sencillos recuerdos de aquellos tiempos, os deseo también este año,
FELIZ. NAVIDAD, INOCENTES Y AÑO NUEVO.