MORONTA: FRAGUA DE MORONTA...

FRAGUA DE MORONTA

No es la fragua de Vulcano, sino la del Sr "Pedro el herrero" y sobre todo de sus hijos Remigio, Fernando y Victorino. Lugar de encuentro durante muchos años de los labradores, que al soltar las parejas al atardecer, se dirigían con sus "abarcas y trapos" llenos de tierra húmeda, de la alzada o la aricada a sacar punta a las rejas, desgastadas durante el día, abriendo surcos en La cabrera, El cigüeñal o Valdecáparo. Recuerdo aún después de 50 años el sonido de los martillos en el yunque, el ruido del fuelle y más tarde el ventilador; las voces y risas de los presentes entre los comentarios picarones reales o inventados de Remigio. "Te digo Magín que hay que poner una empicadura, que esta reja está ida.. mecagüental". Los muchachos teníamos prohibido ir a la fragua, por ser cosa de mayores, pero era lo que más nos gustaba, pues oíamos picardías, aunque no las entendiéramos. A la fragua íbamos a buscar hollín o " moreno" para las cortaduras de las ovejas el día de la motila y gorrones o escorias para arreglar los hornos de cocer el pan. Yo iba con miedo por la prohibición y por si me pillaba dentro Serafín " el mudo" al que siempre tuve un cierto temor. Recuerdo una anécdota contada por mi padre y que se refiere al carácter impulsivo de Remigio. Llegó el "tío Gabriel el Tamborilero" (se hablaba así, sin ánimo de insulto, el tío tal, la tía cual, la fulana, la zutana) con una sartén de patas para que le desdoblara una de ellas. Remigio la puso sobre el yunque sin medir su resistencia y le atizó un martillazo. Enseguida quedó la sartén sin una pata. El tío Gabriel lo miró con pena y moviendo la cabeza dijo bajito: " galan eso tambíen lo hacía yo". Esta humilde fragua ya nunca volverá a tener vida. Concha no tenderá más la ropa en la cuerda que ponía sobre la ventana roja. Los niños, si algún día los hubiera, ya no jugaran a esconderse dentro y en su piquera no volverá a chisporrotear el hierro cuando el herrero le añadía arena para que uniese la "empicadura". Daría la vida que ya he vivido, por volver a pasar corriendo delante de su puerta y oír decir a Remigio: "muchacho dile a tu padre que ya le puse el mango a las alforjas". Casi todos los citados nos dejaron ya, sirva este recuerdo como homenaje a su vida en estos lugares ignorados.