Villalba se viste en la tarde de fianl del
otoño como sus
tejados sus barreras y parte de su
bandera. el rojo de sus tierras dorado por la última luz del sol.
Las chopers desnudad en el
atardecer, quizás hasta el cierzo haya amainado y la calma haya vuelto al
pueblo. Villalba se prepara para despedir el día. Acurrucada y temerosa del
rio descansa y suña con el
Molino y Regalapisa paraa crecer. Desde la barrera de los Vallejos se divisa un horizonte lejano de desgastadas
montañas cántabras, que saaben
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