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VALCABADILLO: MIS RECUERDOS...

MIS RECUERDOS

En mi afán por volver al pasado, a esos recuerdos de antaño que hoy transitan por nuestras ya avejentadas cabezas, me viene a la memoria puesto que ya estamos en vísperas de San Pedro, fiesta que siempre tuvo una gran importancia en el trabajo de los habitantes de la zona, la relevancia del vino en la vida de las gentes del medio rural y, muy especialmente, del pueblo de Valcabadillo.
Es curioso, hasta qué punto era importante el vino en la vida de los habitantes de aquellos ya lejanos tiempos que, cuando los “agosteros”, como se les llamaba, se ajustaban en esta fecha, lo primero que discutían al pactar el sueldo que les correspondería durante el verano, era la cantidad de cuartillos de vino que se les habría de proporcionar durante cada larga jornada de duro trabajo. Así, el vino, no solo era un simple alimento, sino un símbolo de dignidad y fuerza compartida.
El vino, más que una simple bebida, fue siempre un símbolo de convivencia y alegría, un elemento que animaba las reuniones y aliviaba las penas. Un trozo de pan empapado en vino era, en muchas ocasiones, el principal alimento de alguna de las comidas del día. Y, como solía decir mi padre: “Sopa en vino no emborracha, pero alegra a la muchacha”.
En medio de la austeridad, del trabajo agotador de este pequeño y sencillo pueblo, la comida sencilla y el vino, sobre todo, se convertían en pequeños placeres que aliviaban el peso de la rutina. Un vaso de vino era el inicio de ese momentos de encuentro, de conversación y de celebración, donde se compartían penas y alegrías. Así, la mesa familiar y el vino de la tierra, aunque no fuera muy bueno, se transformaban en símbolos de resistencia y esperanza. En motivos para seguir adelante juntos, a pesar de todo.
Al final, lo importante era salir adelante con buen humor, afrontando tanto los veranos calurosos como los inviernos duros, e incluso los catarros que podían aparecer a lo largo de todo el año, todo ello con un jarro de vino y una sonrisa. Así se forjaba la identidad de Valcabadillo: entre la austeridad y la esperanza, el trabajo, la fe, la tradición y la vida compartida.
Y así, entre recuerdos y aromas de puchero, entre risas y lágrimas, los habitantes de Valcabadillo supieron encontrar la belleza en lo sencillo y la fuerza en la unión. Quizá hoy, desde la distancia y basándonos en lo más cercano a nosotros, aquella vida parezca dura o incluso injusta, pero también fue una vida llena de sentido, de comunidad y de pequeños grandes placeres. Porque, al fin y al cabo, como decían por el pueblo: “Lo importante es salir adelante con el mejor humor posible… y ya fuera un fuerte "catarro" o una simple "carraspera" al catarro, ¡jarro!”.