El sábado día 13 de junio de 2015 se celebraron en nuestro pueblo las fiestas patronales en honor a San Quirico y Santa Julita. Me resulta muy difícil expresar el día tan feliz que pasé ya que se acumulaban en mi mente y en mi corazón los recuerdos y los sentimientos.
A las 12 de la mañana se celebró la santa misa y seguidamente la procesión por el itinerario acostumbrado (el que recuerdo desde niño cuando era monaguillo y portaba un cirial). Previamente saludé al sacerdote celebrante y le recordé que en este mes se cumplía el 67 aniversario en el que mis padres donaron la Virgen del Carmen a la iglesia parroquial. Además, le solicité que tuviera la amabilidad de finalizar la ceremonia religiosa con el cántico de la “Salve” pidiendo a la Virgen protección para todos y, de modo especial, para todos los hijos de San Quirce, para los que nos dejaron y para los que seguimos navegando por este mar de la vida. Gustosamente atendió mi petición y fueron, ya lo creo, momentos realmente emocionantes.
A continuación y en animada conversación, respirando el aire de fiesta que flotaba en el ambiente, nos reunimos en el teleclub donde las hijas de mi primo César nos atendían con una enorme sonrisa e infinita amabilidad.
En el programa de las fiestas figuraba, entre otras actividades, un campeonato de mus en el que participé recordando de esta manera las partidas que de chavales jugábamos en la cantina del señor Isidro.
Se aproximaban las cuatro de la tarde cuando en la casa de mi primo Domi compartimos mesa y mantel doce comensales en un ambiente familiar y enternecedor y con la perenne sonrisa de mi tía Caridad que el día 1 de mayo cumplió 99 años. Además, he de resaltar la soberbia labor, primero en la cocina y posteriormente en la mesa, de la prima Rosina que no se sentó ni un solo minuto haciendo gala de su infinita generosidad. Luego, una sobremesa hasta las siete de la tarde en la que nos volvimos a reunir en el teleclub en una animada conversación contando diferentes anécdotas relacionadas con el pueblo (Antonio, el marido de Isolina, me dijo: Carmelo, el día que te bautizaron yo estuve presente porque era monaguillo. ¡Qué bonito, Antonio, y cuánta nostalgia en el recuerdo!).
Acompañado siempre por Mari Carmen, mi esposa, partimos ya al anochecer para Calahorra, mi segundo y querido pueblo, y en mi corazón un único sentimiento ¡Gracias a todos, Gracias San Quirce! Un día absolutamente inolvidable.
A las 12 de la mañana se celebró la santa misa y seguidamente la procesión por el itinerario acostumbrado (el que recuerdo desde niño cuando era monaguillo y portaba un cirial). Previamente saludé al sacerdote celebrante y le recordé que en este mes se cumplía el 67 aniversario en el que mis padres donaron la Virgen del Carmen a la iglesia parroquial. Además, le solicité que tuviera la amabilidad de finalizar la ceremonia religiosa con el cántico de la “Salve” pidiendo a la Virgen protección para todos y, de modo especial, para todos los hijos de San Quirce, para los que nos dejaron y para los que seguimos navegando por este mar de la vida. Gustosamente atendió mi petición y fueron, ya lo creo, momentos realmente emocionantes.
A continuación y en animada conversación, respirando el aire de fiesta que flotaba en el ambiente, nos reunimos en el teleclub donde las hijas de mi primo César nos atendían con una enorme sonrisa e infinita amabilidad.
En el programa de las fiestas figuraba, entre otras actividades, un campeonato de mus en el que participé recordando de esta manera las partidas que de chavales jugábamos en la cantina del señor Isidro.
Se aproximaban las cuatro de la tarde cuando en la casa de mi primo Domi compartimos mesa y mantel doce comensales en un ambiente familiar y enternecedor y con la perenne sonrisa de mi tía Caridad que el día 1 de mayo cumplió 99 años. Además, he de resaltar la soberbia labor, primero en la cocina y posteriormente en la mesa, de la prima Rosina que no se sentó ni un solo minuto haciendo gala de su infinita generosidad. Luego, una sobremesa hasta las siete de la tarde en la que nos volvimos a reunir en el teleclub en una animada conversación contando diferentes anécdotas relacionadas con el pueblo (Antonio, el marido de Isolina, me dijo: Carmelo, el día que te bautizaron yo estuve presente porque era monaguillo. ¡Qué bonito, Antonio, y cuánta nostalgia en el recuerdo!).
Acompañado siempre por Mari Carmen, mi esposa, partimos ya al anochecer para Calahorra, mi segundo y querido pueblo, y en mi corazón un único sentimiento ¡Gracias a todos, Gracias San Quirce! Un día absolutamente inolvidable.
