LA CASA DEL CHIVIRÍ
Corrían los últimos años de la década de los cuarenta y primeros de los cincuenta, y por aquel entonces, esa casita ubicada en pleno monte, estaba habitada por una familia compuesta por cuatro miembros, el matrimonio del señor Eleuterio y señora Juliana, y sus hijos Leonor y Emiliano, a éste todos le conocíamos por el cariñoso apelativo de Chivirí. Desde entonces la gente de San Quirce recordamos con este seudónimo a esta casita del monte.
Emiliano era un niño de mi edad y sin duda el amigo más entrañable de mi niñez, siempre alegre, con una sonrisa como fiel compañera y adornada con una cautivadora humildad. Poseía una privilegiada voz y cantaba francamente bien por lo que en muchas ocasiones le pedía que me cantara una maravillosa canción que a él le había enseñado su madre y que yo aprendí, la cual he cantado muchas veces a lo largo de mi vida. Con una preciosa melodía la canción decía así:
“Palomita blanca que vuelas al nido donde está mi amor
Dile si le ves, paloma, dile palomita lo que sufro yo
Mariposa voladora que vuelas todas las flores
Ser yo como tú quisiera por ver al amor de mis amores
Al cruzar por el atajo me encontré con el cartero y
Creí que me traía la ansiada carta que de él espero
Pero fue mi pena grande cuando al llegar a mi lado
Moviendo levemente su cabeza por el camino siguió callando”
Solamente una vez estuve con Emiliano en su casa y aquella visita no la he olvidado nunca, allí se respiraba alegría y paz, algo que de niño no tenía capacidad de valorar pero que a lo largo de mi vida he recordado muchas veces.
Emiliano donde quiera que estés te envío un afectuoso recuerdo, me ha sido muy gratificante recordar aquella etapa de nuestra niñez... algo que pasó hace más de sesenta años.
Corrían los últimos años de la década de los cuarenta y primeros de los cincuenta, y por aquel entonces, esa casita ubicada en pleno monte, estaba habitada por una familia compuesta por cuatro miembros, el matrimonio del señor Eleuterio y señora Juliana, y sus hijos Leonor y Emiliano, a éste todos le conocíamos por el cariñoso apelativo de Chivirí. Desde entonces la gente de San Quirce recordamos con este seudónimo a esta casita del monte.
Emiliano era un niño de mi edad y sin duda el amigo más entrañable de mi niñez, siempre alegre, con una sonrisa como fiel compañera y adornada con una cautivadora humildad. Poseía una privilegiada voz y cantaba francamente bien por lo que en muchas ocasiones le pedía que me cantara una maravillosa canción que a él le había enseñado su madre y que yo aprendí, la cual he cantado muchas veces a lo largo de mi vida. Con una preciosa melodía la canción decía así:
“Palomita blanca que vuelas al nido donde está mi amor
Dile si le ves, paloma, dile palomita lo que sufro yo
Mariposa voladora que vuelas todas las flores
Ser yo como tú quisiera por ver al amor de mis amores
Al cruzar por el atajo me encontré con el cartero y
Creí que me traía la ansiada carta que de él espero
Pero fue mi pena grande cuando al llegar a mi lado
Moviendo levemente su cabeza por el camino siguió callando”
Solamente una vez estuve con Emiliano en su casa y aquella visita no la he olvidado nunca, allí se respiraba alegría y paz, algo que de niño no tenía capacidad de valorar pero que a lo largo de mi vida he recordado muchas veces.
Emiliano donde quiera que estés te envío un afectuoso recuerdo, me ha sido muy gratificante recordar aquella etapa de nuestra niñez... algo que pasó hace más de sesenta años.