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SAN QUIRCE DE RIOPISUERGA: Con las imprecisiones propias de los sueños no se bien...

Con las imprecisiones propias de los sueños no se bien cómo he llegado a San Quirce; pero antes he dejado atrás las Praderas, los Llanos y más campos, hasta verme de pronto en un lugar cercano, muy próximo, desde el que podía contemplar la hermosa y emocionante panorámica que se presentaba a mi vista. Sobre una suave y fresca hierba, como si necesitara el descanso de un largo viaje, contemplaba esa pequeña población del lugar de mi infancia, San Quirce, en las primeras horas de un hermoso día primaveral, o tal vez bajo un cielo despejado, cubierto de estrellas, cediendo su fuerza al inicio de ese nuevo día. Imagen evocadora e imborrable sin duda alguna de tiempos pasados, lejanos ya en el tiempo, registrados en mi mente y que nunca perderá su vigor. Enfrente estaba San Quirce silencioso y humilde bajo las incipientes luces del alba; los tejados de sus casas se me antojaban brillantes, tal vez por el reflejo de las primeras luces del sol, o de una luna fuerte; de las chimeneas ascendían ligeras humaredas hasta perderse en el cielo; alguna luz rutilaba todavía tenuemente. Si, San Quirce entero ante mi, ¡tan pequeño!. Sus calles, sus casas todas sumisas a su iglesia dominante; como un cuadro con la policromía de sus campos como fondo. El valle del arroyo con sus tierras abajo: la Serna, los Perales, el Moral, la Tejera; las Eras un poco más allá; al fondo en lo más alto, el Monte, mostrando el color verde oscuro de sus encinas y, sobre todo, la atalaya mirador del Santo, con su ermita. Para internarme en sus calles, subir a la ermita y disfrutar del lugar solo me faltaba bajar y cruzar el arroyo, y con el corazón acelerado por una emoción especial, cargado de fuerza he querido hacerlo. Pero no he podido. Tampoco esta vez me ha sido posible; ni en sueños he podido cumplir mi deseo. Ni siquiera conseguí dar un solo paso; cuando intentaba hacerlo he despertado, retornando a la realidad. La emoción, sin duda, me ha despertado, encontrándome lejos de esa otra realidad que presentan los sueños. Porque, efectivamente, no era más que eso: un sueño, ilusión, ensoñaciones. Pero por los sueños vemos cumplidos a veces de alguna manera ciertos deseos. Luego con una sensación placentera, todavía bajo esos efectos, me he quedado con tranquilidad recreando mi pensamiento en vivencias, recuerdos, pequeñas historias de mi infancia en San Quirce. Soñando sin dormir, una vez más, con esos lugares…