Mural pintado por niños y jóvenes, LA VID DE OJEDA

Y empecé a darme cuenta...de que ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto eran siempre los mismos, mientras las pilas de ladrillo y los bloques de cementos y las montañas de piedra de la ciudad cambiaban cada día y con los años no restaba allí un solo testigo del nacimiento de uno, porque mientras el pueblo permanecía, la ciudad se desintegraba por aquello del progreso y las perspectivas...
Todo parece muy bucólico en el pueblo recordado. Pero, ¿no era así para los niños?. Los niños fueron los artistas de este mural. Los trabajos duros del campo quedaban en manos de los mayores, aunque los pequeños también colaborabamos.
El pueblo ya no es lo que era. No hace mucho había muchos en la escuela. La calles estaban llenas de alegría infantil, que iba más allá del trabajo duro de campo y todo tipo de carencias. Hace unos años, niños y jóvenes del pueblo, pintaron este mural para alegrar de nuevo la calle princial, la Rivirilla. Ahora es un recuerdo más de una pasado que no se puede olvidar.