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El reino de la cigüeña- AV 07
Dos gorriones aguantan el frío de la nieve.
La caseta está sola entre la nieve. Pero ella ve como nadie todo el pueblo, las montañas nevadas. El campo abierto, las chopos del río...
Los canteros solían dejar su señal como prueba de su trabajo. Esta es una de ellas.
El Curavacas levanta su cabeza entre la niebla. Todavía el sol no ha llegado a su cima. Poco a poco llegará la luz a todo el valle. Los girasoles esperan.
Amanece. La niebla sigue pegada a la tierra. El sol ilumina las zonas más altas.
Una preciosa imagen navideña. Sólo falta iluminar este precioso árbol.
Ahoran descansan tras la lucha por la vida.
¿No es bella la vista? La cosecha está a punto de recogerse. El aire mueve las espigas llenas de granos. Al fondo, Oteralbo vigila el campo de la Ojeda.
La expresión de María ante el hijo crucificado está llena de serenidad y dulzura.
Tomad nota: estos árboles los plantó el pueblo y al pueblo pertenecen. Lo señala una persona mayor.
Ha llegado la semana santa. La mirada serena del crucificado invita a la esperanza de un mundo mejor.
La ventana parece dormida. No parece estar en su sitio. ¿De dónde vino? Si habriera los ojos y nos contara...
Golpe a golpe, los árboles del monte se convierten en la leña que calienta los hogares. ¿Qué historias nos contarán al calor del fuego acogedor?
Las manzanas parecen esconderse entre las hojas. Pero ellas exhiben sus provocativas formas. ¿Quién las comerá?
El Curavacas destaca vigilante entre las montañas. ¿Cómo nos verá a nosotros?