A ellas
¡Cómo me dan pena las abandonadas,
que amaron creyendo ser también amadas,
y van por la vida llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño!...
¡Cómo hay quien derribe del árbol la hoja
y al verla en el suelo ya no la recoja,
y hay quien a pedradas tire el fruto verde
y lo eche rodando después que lo muerde!
¡Las abandonadas son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida;
son, más que caída, fruta derribada
por un beso artero como una pedrada!
Por las calles ruedan esas tristes frutas
como maceradas manzanas enjutas,
y en sus pobres cuerpos antaño turgentes,
llevan la indeleble marca de unos dientes...
Tienen dos caminos que escoger: el quicio
de una puerta honrada o el harem del vicio;
¡y en medio de tantos, de tantos rigores,
aún hay quien a hablarles se atreve de amores!
¡Cómo me dan pena las abandonadas,
que amaron creyendo ser también amadas,
y van por la vida llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño!...
¡Cómo hay quien derribe del árbol la hoja
y al verla en el suelo ya no la recoja,
y hay quien a pedradas tire el fruto verde
y lo eche rodando después que lo muerde!
¡Las abandonadas son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida;
son, más que caída, fruta derribada
por un beso artero como una pedrada!
Por las calles ruedan esas tristes frutas
como maceradas manzanas enjutas,
y en sus pobres cuerpos antaño turgentes,
llevan la indeleble marca de unos dientes...
Tienen dos caminos que escoger: el quicio
de una puerta honrada o el harem del vicio;
¡y en medio de tantos, de tantos rigores,
aún hay quien a hablarles se atreve de amores!