Día 24 de diciembre, es domingo. El cielo está despejado. Es mediodía, y el sol aparece solemne sobre el monte, por encima de Carrasconte. La temperatura es agradable para ser diciembre. Yo diría que muy agradable. Se está bien en esta tierra en Navidad. Sobre todo si hace 30 años que no arribaba por esta parte de mi vida de la que tengo cada vez más recuerdos.
Iré a darme un paseo por la plaza. Supongo que ya nada será como antes. El café de Evelio me han dicho que ya no es lo mismo. Ahora hay gente joven que no conozco. El Bodegón ya no lo regenta Luis. El café de Tanín ya no existe, el de la Alegría tampoco. Me han comentado que de los bares de antes solo queda el Central, el de Gago y el Juventud. Probablemente será donde coincida con la gente de mi generación. No obstante, he observado que el pueblo está poco menos que vacío a pesar de la Navidad. Iré despacio hasta la plaza, absorbiendo pausadamente los aromas y los espacios de mi niñez. Ya tenía ganas de observar este paisaje tan entrañable, del que se dice que no es bello, pero que a mi me parece el más hermoso del universo. Me detendré en cada esquina y me embadurnaré de todo lo que pueda para que logre soportar algún tiempo sin regresar.
No sé si reconoceré a los que compartieron mis juegos infantiles. Quizá me miren como a un extraño. Quizá me vean como un turista al que le hablaron de un valle encantado entre montañas, casi virgen sino fuera por algunos montes despellejados por la barbarie de no sé quien. Quiero reconfortarme con todos los amigos de mi niñez que aun no se hayan ido de este pueblo. Quiero reconfortarme para que cuando me vaya pasado mañana, quede sobre mí los aromas infinitos y los recuerdos de este valle virginal, por si no regresará en la vida.
Un abrazo muy fuerte para todos los de esta tierra.
Iré a darme un paseo por la plaza. Supongo que ya nada será como antes. El café de Evelio me han dicho que ya no es lo mismo. Ahora hay gente joven que no conozco. El Bodegón ya no lo regenta Luis. El café de Tanín ya no existe, el de la Alegría tampoco. Me han comentado que de los bares de antes solo queda el Central, el de Gago y el Juventud. Probablemente será donde coincida con la gente de mi generación. No obstante, he observado que el pueblo está poco menos que vacío a pesar de la Navidad. Iré despacio hasta la plaza, absorbiendo pausadamente los aromas y los espacios de mi niñez. Ya tenía ganas de observar este paisaje tan entrañable, del que se dice que no es bello, pero que a mi me parece el más hermoso del universo. Me detendré en cada esquina y me embadurnaré de todo lo que pueda para que logre soportar algún tiempo sin regresar.
No sé si reconoceré a los que compartieron mis juegos infantiles. Quizá me miren como a un extraño. Quizá me vean como un turista al que le hablaron de un valle encantado entre montañas, casi virgen sino fuera por algunos montes despellejados por la barbarie de no sé quien. Quiero reconfortarme con todos los amigos de mi niñez que aun no se hayan ido de este pueblo. Quiero reconfortarme para que cuando me vaya pasado mañana, quede sobre mí los aromas infinitos y los recuerdos de este valle virginal, por si no regresará en la vida.
Un abrazo muy fuerte para todos los de esta tierra.