Cuando yo era pequeña, me gustaba mucho ir con mi madre al
molino. Todo allí era un universo agradable para mi. El ruido estridente del impacto del
agua contra el rodezno, que se vislumbraba a través de las rendijas de los tablones del suelo, el movimiento de las muelas, el traqueteo de la tolva, el olor de la harina fresca salida del grano recién reventado... qué grato recuerdo.
Pero había una tablilla junto al agujero por donde salía la harina, que mi madre manipulaba, no sé si para que fuese
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