Ofertas de luz y gas

POZOS: CUARENTENA...

CUARENTENA

una vela de dos onzas". Era el pago que recibía el sacerdote el día que "salía a misa" la madre con su hijo, una vez había transcurrido la cuarentena.

Durante la cuarentena la mujer no debía salir de su casa. Las vecinas o algún familiar se encargaban de llevar el agua y los alimentos necesarios para la manutención de la familia. Tampoco se realizaban trabajos que requiriesen cierto esfuerzo físico y la mujer se dedicaba casi exclusivamente al cuidado del recién nacido, arreglar la casa, zurcir "piales" y medias y remendar la ropa.

No podía lavar, ya que, como se ha dicho, existía la casi prohibición de salir de casa y esta tarea se llevaba a cabo en lavaderos públicos fuera de la vivienda. Además, según la creencia popular, no era bueno mojarse, por lo que se eludía antaño y se sigue evitando todavía hoy el contacto con el agua, ya sea para lavar o regar o bien para el aseo personal.

Si durante estos cuarenta días surgía una necesidad de suma urgencia por la cual la madre debiera abandonar la casa, aunque fuera por unos minutos, ésta debía colocarse un trozo de teja sobre la cabeza, queriendo significar este hecho que, aunque físicamente se encontraba en la calle, seguía de alguna forma permaneciendo "bajo techado".
Transcurridos cuarenta días del parto —costumbre que desapareció cuando el sacerdote desplazó su vivienda a otra localidad— las mujeres se disponían a "salir a misa". El cura retrasaba la hora habitual de celebración de la misma con el fin de que no se resfriasen ni el recién nacido ni la madre. La madre ofrecía una vela a la Virgen en acción de gracias. Tras la misa, la mujer reanudaba su vida normal.

Si la salud de la madre o del niño no eran demasiado buenas se posponía unos días el "salir a misa". La madre esperaba en la puerta de la iglesia con una vela encendida hasta que salía el sacerdote con la estola sobre el cuello. Debía sujetar el niño con el brazo derecho al mismo tiempo que, también en la mano derecha, mantenía la vela encendida; con la izquierda cogía la estola y de esta forma se desplazaban hasta el altar. Una vez acabada la misa, se dejaba la vela en beneficio de la iglesia.