Mamerto, allá por lo cincuenta y sesenta, era el tarzán del río. Lo conocía piedra a piedra, así como los “verones” de cada recodo. Los guardas le perseguían y le vigilaban cada vez que salía de casa, pero él sabía zafarse y salirse con la suya. Le tengo oído que en la tenada de casa tenían, él y otros, agujeros preparados en la hierba para cuando los guardas les pisaban los talones.
Las truchas empezaron a escasear cuando se empezó a usar cal viva de manera sistemática, y cuando la lejía corrió a chorros por el río. Dicen que con estas malas artes se mató la recría y los alimentos que las truchas encontraban debajo de las piedras.
El hecho es que a mí, que sin ser un buen pescador me gustaba pescar a mano y poner anzuelos por las noches atados a las salgueras para recogerlos de madrugada, se me ha quebrado la afición. Ya las únicas truchas de río de montaña –peleonas y con carnes prietas de tanto luchar con la corriente para quitarse de encima el frío de las aguas heladas- que como me las ponen en el plato. Sé que cuestan un ojo de la cara. Tres o cuatro veces más que las de criadero. Aunque no sea más que por nostalgia, me gustaría volver a ver truchas cuando me asomo al río como antaño, y no sólo en la Ruada o los Bermejos, sino en el Calveto y Muñenes. ¿Hay alguien que pueda intentar una repoblación? Que lo haga, porque Polvoredo sin truchas es menos bello y atractivo (y IV)
Tño2.
Las truchas empezaron a escasear cuando se empezó a usar cal viva de manera sistemática, y cuando la lejía corrió a chorros por el río. Dicen que con estas malas artes se mató la recría y los alimentos que las truchas encontraban debajo de las piedras.
El hecho es que a mí, que sin ser un buen pescador me gustaba pescar a mano y poner anzuelos por las noches atados a las salgueras para recogerlos de madrugada, se me ha quebrado la afición. Ya las únicas truchas de río de montaña –peleonas y con carnes prietas de tanto luchar con la corriente para quitarse de encima el frío de las aguas heladas- que como me las ponen en el plato. Sé que cuestan un ojo de la cara. Tres o cuatro veces más que las de criadero. Aunque no sea más que por nostalgia, me gustaría volver a ver truchas cuando me asomo al río como antaño, y no sólo en la Ruada o los Bermejos, sino en el Calveto y Muñenes. ¿Hay alguien que pueda intentar una repoblación? Que lo haga, porque Polvoredo sin truchas es menos bello y atractivo (y IV)
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