Llegué hace años a Peñalba de Santiago cuando mi corazón vagaba sin rumbo o tal vez sin saberlo hacia un rumbo mejor. Desde Ponferrada (PONS FERRATA - PUENTE DE HIERRO) habia comenzado mi viaje hacia ese pueblo tan entrañable. Antes de llegar a él, paramos mi compañera y yo a comprar miel en una rústica casa con un cartel en un cartón pintado anunciando la venta de miel. Nunca he vuelto a comer miel mejor que aquella. En lugar de liquida era una especie de cera que se podia masticar. La probamos entre besos y caricias hasta llegar al serrano pueblo de Peñalba. A parte de su iglesia mozarabe (maravillosa) con su sepulcro y la artesanía serrana de sus casas recuerdo el único bar, taberna más bien, en la nos tiramos el resto de la tarde. Entrañable taberna donde tomar una cerveza o un licor y comprar algún recuerdo del lugar. Fueron tiempos en los que el amor comenzaba a inundarlo todo. En los que el saber, el escuchar y el aprender tenían sentido. Tiempos en los que no existía la tediosa rutina actual que termina acabando con todo. La verdad es que en otros sitios también lo fui pero puedo aseguraros que en Santiago de Peñalba fui feliz. Más incluso de lo que creí serlo.
Fernando José Baró.
Fernando José Baró.
