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OTERICO: Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y...

Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.

Muchas veces lo que se calla hace más impresión que lo que se dice.

El hombre que no sabe callar tampoco sabe hablar.

A veces más vale callar y pasar por tonto, que abrir la boca y demostrarlo.

Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo.