Estos años eran muy malos. Eran los años de las Cartillas de Racionamiento. Los años en los que no había tabaco. Los años del estraperlo. Los años del pan negro, y muy poco. Los años de la especulación, en los que muchos canallas se forraron a base de comprar barato y vender a precio de oro. Los años del tráfico de la harina: ser molinero en aquellos años era ser ministro, poco menos.
Una de las personas que pudieran llamarse humanas y honradas fue Dionisio Gutiérrez. Este señor tenía un buen capital, cogía gran cantidad de carros de patatas, legumbres, y otras cosas. Nunca cambió los precios. Este hombre pudo haberse forrado, igual que lo hicieron otros. Pero este señor tenía conciencia y no abusó de los tiempos. Dios se lo habrá premiado.
En aquellos años míseros vi fumar café, orégano, te, toda clase de hierbas, palos de roble rascados, y mil venenos. Entrar en una cocina donde cada uno fumaba estas porquerías era oler a demonios. Me acuerdo de cuando dejábamos de ensayar las comedias, allá a altas horas, e íbamos a casa de José Luis y Delfín a picar palos de tabaco, que sembraba alguno por allí —las hojas ya habían volado y sólo quedaba el palo— lo picábamos menudito, y a quemarlo luego; muchos picamos; también se juntaba con nosotros Alfonso Prieto, hijo del difunto Secretario, don Macario Prieto; era muy amigo nuestro y tenía mucha afición a tocar una gaita gallega que tenía yo; éste era un buen artista cómico; trabajaba muy bien; hizo con nosotros varias comedias, alguna de las cuales nos ensayó su propio padre, que era muy entusiasta para esto.
Recuerdo, también, al famoso Francisco Vegas que hizo con nosotros varias también, como “Que viene el Ministro”, “El Alcalde de Zalamea” y otras.
En fin, que lo pasábamos muy bien. Además. Esto instruye mucho también. A mí me gustaba mucho, así como a mis compañeros. Pero uno nació en malos años: no había facilidades, como ahora.
Una de las personas que pudieran llamarse humanas y honradas fue Dionisio Gutiérrez. Este señor tenía un buen capital, cogía gran cantidad de carros de patatas, legumbres, y otras cosas. Nunca cambió los precios. Este hombre pudo haberse forrado, igual que lo hicieron otros. Pero este señor tenía conciencia y no abusó de los tiempos. Dios se lo habrá premiado.
En aquellos años míseros vi fumar café, orégano, te, toda clase de hierbas, palos de roble rascados, y mil venenos. Entrar en una cocina donde cada uno fumaba estas porquerías era oler a demonios. Me acuerdo de cuando dejábamos de ensayar las comedias, allá a altas horas, e íbamos a casa de José Luis y Delfín a picar palos de tabaco, que sembraba alguno por allí —las hojas ya habían volado y sólo quedaba el palo— lo picábamos menudito, y a quemarlo luego; muchos picamos; también se juntaba con nosotros Alfonso Prieto, hijo del difunto Secretario, don Macario Prieto; era muy amigo nuestro y tenía mucha afición a tocar una gaita gallega que tenía yo; éste era un buen artista cómico; trabajaba muy bien; hizo con nosotros varias comedias, alguna de las cuales nos ensayó su propio padre, que era muy entusiasta para esto.
Recuerdo, también, al famoso Francisco Vegas que hizo con nosotros varias también, como “Que viene el Ministro”, “El Alcalde de Zalamea” y otras.
En fin, que lo pasábamos muy bien. Además. Esto instruye mucho también. A mí me gustaba mucho, así como a mis compañeros. Pero uno nació en malos años: no había facilidades, como ahora.