Por cierto ahora que hablo de pellazos, vaya guerras que armabamos al salir de la escuela, en los recreos y siempre que había oportunidad y un montón de nieve a mano. Y las guerras en el campar de la iglesia, pero aqui ya no era con pellas, eran autenticas pedradas. Pedrada la que le dió Vitorín al tio las maestras en toda la cabeza, sangraba como en gallo.