Hola Huelmo,
Me preguntas que si empieza a nivisquiar y tengo que decirte que el cielo está raso y estrellado; el Camino de Santiago divide el cielo nítidamente y el carrín allí está apuntando con la caña y el pezón hacia Ferreras. Seguramente caerá una buena "pelona", pero de nivisquiar, ca!, hombre. Es algo pronto.
El otro día al leerte por primera vez intenté volver al verano del 52 y sí, unas "farraspinas" de nieve avisté por las puntas cimeras de Peña Ubiña, allá por los confines de Luna. Fueron unas farraspinas muy ténues, casi imperceptibles, pero creo con toda seguridad, que se referían a ti en la lejanía de sesenta años. Ya me lo confirmarás, si puedes, porque tu memoria de un verano, entiendo que será general y no de detalles. Las farraspinas aparecidas en mi memoria fueron las de un rapacín, sin más, pero ataviado con un pantalón largo de mahón azul, con peto y tirantes de la misma tela del pantalón.
De momento no me da para más. Lo intento y reintento con el deseo, puedes estar bien seguro, de que no nivisquiara, sino que cayese una "cugullada" que dieran las gallinas con el rabo en el cielo, como decía mi padre cuando íbamos a picar leña y me incentivaba con la gran nevada para que picase mucha leña, tanta que no cupiese en la leñera de debajo del "rincón" que yo compartía muchas veces con gatos rajones, mariellos, blancos o negros. Me gustaría que el cielo se pusiera gris panza de burro, templara un pco y de los cielos interminables empezaran a nacer las florecillas blancas, juguetonas incansables, que arremolinándose y persiguiéndose alcanzaran el suelo ávido de blancura y humedad. Me gustaría que los copos aumentaran su tamaño y los "zalámpagos" raudos y juguetones se solidarizaran con este desmemoriado y lo devolvieran al verano del 52 para completar contigo las venturas y desventuras de dos rapacines de cinco años que vete tú a saber qué hacían en la hora de la siesta cuando se recogían hasta las empalagosas moscas.
Un abrazo
Me preguntas que si empieza a nivisquiar y tengo que decirte que el cielo está raso y estrellado; el Camino de Santiago divide el cielo nítidamente y el carrín allí está apuntando con la caña y el pezón hacia Ferreras. Seguramente caerá una buena "pelona", pero de nivisquiar, ca!, hombre. Es algo pronto.
El otro día al leerte por primera vez intenté volver al verano del 52 y sí, unas "farraspinas" de nieve avisté por las puntas cimeras de Peña Ubiña, allá por los confines de Luna. Fueron unas farraspinas muy ténues, casi imperceptibles, pero creo con toda seguridad, que se referían a ti en la lejanía de sesenta años. Ya me lo confirmarás, si puedes, porque tu memoria de un verano, entiendo que será general y no de detalles. Las farraspinas aparecidas en mi memoria fueron las de un rapacín, sin más, pero ataviado con un pantalón largo de mahón azul, con peto y tirantes de la misma tela del pantalón.
De momento no me da para más. Lo intento y reintento con el deseo, puedes estar bien seguro, de que no nivisquiara, sino que cayese una "cugullada" que dieran las gallinas con el rabo en el cielo, como decía mi padre cuando íbamos a picar leña y me incentivaba con la gran nevada para que picase mucha leña, tanta que no cupiese en la leñera de debajo del "rincón" que yo compartía muchas veces con gatos rajones, mariellos, blancos o negros. Me gustaría que el cielo se pusiera gris panza de burro, templara un pco y de los cielos interminables empezaran a nacer las florecillas blancas, juguetonas incansables, que arremolinándose y persiguiéndose alcanzaran el suelo ávido de blancura y humedad. Me gustaría que los copos aumentaran su tamaño y los "zalámpagos" raudos y juguetones se solidarizaran con este desmemoriado y lo devolvieran al verano del 52 para completar contigo las venturas y desventuras de dos rapacines de cinco años que vete tú a saber qué hacían en la hora de la siesta cuando se recogían hasta las empalagosas moscas.
Un abrazo
