A mi gústame más Negrillo, pero no seré yo quien cambie el nombre a nadie. Folloso era pueblo de negrillos. Era un árbol doméstico, cercano; poblador de lindes de linares y cierres de praos y con una misión muy digna. En los tiempos de las calores, los pobladores de las cortes, cubiles y zahurdas andaban faltos de alimento. Tenían que alambrarles los hocicos para que no levantaran las grandes losas del piso ni retorcieran las tablas y vigas de separación o voltearan sin miramiento la pila dónde se les servían los hervidos en los monumentales bidones. Eran meses en los que quedaban pocas patatas, algo grilladas; las berzas estaban como qwuien dice en flor y los nabos y remolachas todavía eran proyectos. La farina y los salvados había que administralos como la caridad. El caballo, el burro o el macho cagaban enjuto y esas caballunas eran recogidas pa dárselas a los gochos, pero sólas, era un poco descarado hasta para un omnívoro ambriento como nuestro amigo el cocho. Así que algún invento había que hacer y alguien se fijó que los ramos de los negrillos eran de tronco fino y las hojas, enjutas, y bien colocadas, casi en oposición que, poniendo las ramas en la mano y estirando a contrapelo, quedaba la mano llena de hojas sin gran esfuerzo. Aquellas hojas mezcladas con las caballunas bien desmenuzadas con un gotín de agua y espolvoreadas con un puñado de farina se hacía una calderada de batido pa los gochos que calmaban sus terribles gruñidos. Y así el negrillo era venerado en Folloso hasta que el metro cúbico tuvo un precio y no quedó ninguno en pie. Quedaron por las lindes retoños y jovenzuelos que seguían cumpliendo como complejo bitamínico, hasta que llegó la plaga y ya no se ve ninguno en ninguna parte.
Asi que bienvenido Huelmo a tu pueblo de dos meses.
Me he enrrollado con los negrillos y ahora tengo que dejarlo. Ya seguiré.
Un abrazo.
Asi que bienvenido Huelmo a tu pueblo de dos meses.
Me he enrrollado con los negrillos y ahora tengo que dejarlo. Ya seguiré.
Un abrazo.
