FOLLOSO: Borrosos recuerdos de la Calle Mayor....

Borrosos recuerdos de la Calle Mayor.

La Jefa del pueblo vecino de la Ñ titulaba la foto con un: Aquí las calles también están asfaltadas. En mi memoria de rapacín de Folloso no existía esa mezcolanza de chapapote que alisa los espacios entre vetustos casirones y paredes hechas con las piedras recogidas de prados y linares para decidir las lindes de las propiedades de los Bardones, de los Arias, de los Fidalgos, de los Beltranes, de los Cansecos, de...

A la izquierda del gatín que luce luna menguante en el cadril derecho se observa la pared de la parte derecha del cancillón que da acceso al camino comunal que discurre por la zona llana del prao La Cuesta hacia los praos de la Vega y Las "Guertas" del verde temprano.

Antes de estar la calle asfaltada, por la vera de esa pared que luce una hermosa "Llévana" cobertora, corría una presa excavada en la peña por la que discurría el agua de riego procedente del pozo de Arriba.

Para que los rapacines y personas en general pudiesen saltar la pared, se había colocado una gran piedra desde la que se accedía a una especie de escalera que piedras salientes hacían de peldaños para coronar la pared con pies o posaderas sobre la pesada, fija y segura piedra cumbral dónde se dejaban descansar los cestos del verde que se acarriaban a hombro.

La presa segía calle abajo y unos metros más allá cambiaba de rumbo y giraba hacia la derecha y discurría con menos fogosidad lamiendo las piedras de la pared principal de la casa de Bernardo. Hoy convertida en un casirón testimonio de como se hacían las paredes de las casas de Folloso. Las piedras sillares cuadriculan ventanas y ventanucos y los morrillos blanqueaban de lunares blancos para romper la exquisita armonía y rectitud de la piedra follosina.
Delante de la casa, las paredes de las huertas hacían un recodo y allí, en plena calle, crecía un manzanal, que mi madre heredó con parte de la casa. Recuerdo guardar al anochecer alguna ovejas, las "forras", en la corte de esa casa y recoger en la otoñada unos cuantos cestos de manzanas de "repinaldo". El manzanal era muy alto y utilizábamos un recogedor que era un palo muy largo con unos alambres en un extremo en forma de cestilla. Colocabas una manzana dentro de la cestilla y haíamos girar el varal hasta que el peciolo de la manzana rompía y quedaba en la canastilla, se inclinaba el artilugio y manzana al cesto.

A Bernardo no llegué a conocerlo o no lo recuerdo. De aquella casa conocí, muy poco, a Manuela de Bernardo. Era una mujer muy vieja. Veo en el corral interior, que no hacía falta mirar para ver desde la calle, un leñero pequeño con cuatro trampas, un madero muy desgastado por los miles de cortes que había recibido y Manuela con una pequeña macheta que apenas tenía fuerzas para levantarla dos palmos del madero de picar. La recuerdo de negro con las sayas hasta los pies, madreñas sin pintar y pañuelo negro en la cabeza, ajustado en la frente y con las puntas atadas por detrás. La cara sumida y sembrada de multitud de arrugas entre las que lucían unos hundidos ojos pequeños y se le adivinaba una boca despoblada. Cuando en alguna conversación que tenían los mayores en casa, salía la palabra viejo o vieja, mi paradigma de tal cualidad era Manuela de Bernardo.

Por uno de esos años en tiempos de Cuaresma que se recordaba la vieja celebración de: " la quema de la Vieja", los mozos de aquella época, Antonio, Manolo, Fidel... hicieron un muñeco de paja y lo vistieron con ropas viejas que representaba a Manuela de Bernardo que debía de ser la más vieja de Folloso y lo quemaron. Fue la única vez que yo vi lo de la "quema de la vieja".

Un abrazo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola Peña, hoy he encontrado un nuevo relato y es una delicia como siempre leerlo, se te van moviendo recuerdos con esas palabras omañesas que utilizas y esa forma tan bonita que tienes de describir aquellos tiempos de rapacín que para mi es un regalo poder leer tus relatos. Gracias y un abrazo