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FOLLOSO: Tenía unos años más, pero siempre tuve esa habilidad...

Tenía unos años más, pero siempre tuve esa habilidad de ganar la confianza de personas de más edad que yo. Coincidimos en casa de La Fía. Vino a aquella peculiar y variopinta patrona para preparar oposiciones a la Policía Secreta. Procedía de una familia de labradores con buen capital. Era el pequeño de tres hermanos y se sentía un poco acomplejado en relación a su hermano que estaba considerado una eminencia dentro de las jerarquía de la Iglesia palentina, acusado, por otra parte, por el ala derecha de la misma, de demasiado aperturista. Era pro Concilio Vaticano II y Teología de la Liberación y su práctica y prédica coincidían. No necesitaba apostillar aquello de "haz lo que yo predico y no lo que yo hago".

Sabía, Santos, que había decepcionado a su madre que esperaba que él también fuese representante de Dios en la Tierra. Sus años en el Seminario le llevaron a vivir en contradicción. Le hicieron sufrir y vivir con el sentimiento de culpa. Se convirtió en un alma atormentada. Era una persona resevada que le costó mucho superar el haber abandonado los estudios sacerdotales.

El reciente funcionario del Ministerio de Gobernación tenía problemas para conciliar el sueño. Sus problemas existenciales le provocaban insomnio. Para poder levantarse por las mañanas, usaba despertador. El tictac del reloj lo desvelaba. Se levantaba, envolvía el despertador entre toallas y lo guardaba en algún cajón del armario hasta que ya no oía el tictac. A la mañana, el despertador desde su sacófago, no emitía el ring ring con la necesaria potencia y el bueno de Santos se dormía y ahí tuvo más de un problema con la puntualidad.

Al año siguiente de la mili nos volvimos a encontrar en la Ciudad Condal. Él ejercía en La Via Layetana dónde se ubicaban los famosos sótanos dónde los más desposeídos de voz cantaban por bulerías o por lo que fuera.

Más de una vez, yo con su placa y él con el carnet, entramos sin pagar a algún espectáculo. Recuerdo una vez en el teatro Tívoli habíamos ido a ver a la Compañía de Joe Rígoli. Se había hecho famosillo por algún programa de la Tv en que repetía mucho: "Yo sigo". El yo sigo, llegó a convertirse en una muletilla popular. Santos era un poco anticatalanista. Joe Rígoli, en un momento de la función, refiriéndose a Sitges, dijo Sitchues. Santos, con la sonrisa dibujada en la cara, con mueca de burla, me dijo por lo bajo: ¡"Cómo les habrá sentado de mal a los catalanes lo de Sichues, jejejeje"! Esa bobada, Sitchues, y la risa maliciosa y el gesto satisfecho de poder burlarse de los catalanes por boca de otro, provocó en mi un ataque de risa de los míos. Santos que se reprimía y no podía parar, y yo que no me reprimía y seguía y seguía. Pasó lo de siempre. El Tívoli entero en carjada sonora y sonada. Dolor de abdominales y Rígoli, más contento que unas Pascuas por provocar aquello que perseguía. Nunca supo que fue Santos y su risilla maliciosa quien provocó aquel éxito.

Un abrazo.