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FOLLOSO: Seguro que fueron muchas las palabras nuevas que aprendí...

Seguro que fueron muchas las palabras nuevas que aprendí aquel primer curso en la Capital. Al mismo tiempo que dejé de usar unas cuantas que sólo se usaban en mi Folloso natal y sus alrededores.

En un momento del curso de la morriña, de la gripe Asiática, de las batallas, de los certámenes, de los diplomas, de los ejercicios espitituales, de la eternidad..., surgió una palabra nueva, un verbo de la primera conjugación que retumbó en mi cerebro, seguramente por la carga erótico- sexual que llevaba implícita o por el acento de escándalo que implicaba.

En un rincón del patio, alguien dijo que al hermano "X" lo habían pillado en el cuartito de Acción Católica "magreando" un chico. Nadie de los presentes hizo comentario alguno. Yo no sabía el significado de la palabra escuchada por primera vez. El diccionario de pastas azules fue consultado y leídas todas las palabras que empezaban por eme. No aparecía por niguna parte. La espectación creció. El Hermano "X" desapareció del Colegio. Un chico de Zotes del Páramo que trabajaba de escayolista y compartía Patrona, nos explicó que magrear era tocar a las chicas, lo que en mi pueblo decíamos "rebrincar".

Bajando las escalerillas desde el Espolón y desembocar en Ramón y Cajal, en la acera de la derecha, pasada una librería, había una Iglesia de culto "Protestante". La pandilla de chavales de Pérez Crespo bajábamos las escalerillas, en silencio, con el corazón a tope y la respiración contenida. Llegábamos a la Iglesia "Protestante", abríamos la puerta, o la abría el primero y los demás corríamos, doblando por la primera calle hasta llegar a Padre Isla, mirábamos hacia atrás, nos dejábamos ir para poder recuperar el ritmo de respiración, bordeábamos la estación de Matallana y nos volvíamos a reunir en el barrio. La palabra "Protestante", retumbaba en mi cerebro y yo que sé cuantatos sinónimos falsos le atribuía: desde hijos de Lucifer, herejes, condenados sin remisión, infieles, enemigos...

Bajando por Ramón y Cajal hacia Santo Domingo, después de pasaar el Instituto masculino de Bachillerato, en una calle no muy ancha, en su acera de la derecha, se veía un letrero hecho con tubos de colores azules y rojos que se alternaban en la noche como haciendo guiños en rojo o en azul. Se leía la palabra "Boite". Pasábamos por delante, y si alguna vez se abría la puerta, entre notas musicales suaves, enredadas en espeso humo, se veían sombras provocadas por luces de tonalidades diferentes a las otras luces. Años más tarde descubrí que aquella palabra se pronunciaba diferente a como yo la había descubierto escrita con tubos de neón.

Un abrazo.