FOLLOSO: tienes razón con lo de la crisis sin querer ser frívola...

Entre cuatro y diez años uno de los trabajos después de la escuela era ir con las vacas para el monte o para los praos. Al monte de Abajo, en verano, se llevaban al amanecer y se dejaban solas todo el día. Si se iba para el monte de Arriba, había que estar con ellas, se venía a comer y a la tarde se volvía de pastoreo. En primavera se hacía el recorrido por los praos al igual que al otoño. En otoño solía hacer frío. El cierzo solía ser compañero y muchas veces venía acompañado de agua. Con lluvia era más lento el día. Para "taparnos" era muy común la manta para los hombres y el mantón para las mujeres y rapaces. El mantón era un rectangulo de tela negra, tupida, peluda y poco amorosa. Yo me lo colocaba encima de la cabeza y con una mano cerraba a modo de pinza por debajo de la barbilla y con los extremos me tapaba el cuerp y las piernas. El mantón se iba empapando y llegaba un momento que te daba más frío que calor, pesaba una tonelad y no había forma de arrastrarlo. Entonces, si tenías cerillas y no se te habían mojado, buscabas refugio detrás de unas peñas o del tronco de un árbol y una vez decidido el lugar para la lumbre, empezaba la búsqueda de elementos menudos y secos para intentar llevar las llamas a las palmas heladas de tus manos. A veces parecía imposible, pero la constancia y la necesidad te hacían descubrir los escondrijos más inimaginables para encontrar líquenes, hojas del otoño anterios y "seroyos" de uz, escobas y roble. La condición necesaria es que estuvieran secos y fuesen menudos para el primer arranque de la llama. A veces el rascador de la caja de cerillas se había humedecido y no había forma de provocar la llama de la cerilla. Entonces había que buscar una piedra seca y rasposa donde frotarla. Si todos los elementos se conjugaban, se producía el milagro y el calor de una buena "fogarata" te aliviaba del frío y hacía que el mantón fuese un poco menos pesado. Aún recuerdo el vapor que se desprendía de él al acercarlo al mar de llamas de la lumbre que con gran esfuerzo habías conseguido hacer. Si la lumbre la habías hecho en el monte, cuando estaba a plena potencia, te tenías que marchar porque el ganado ya no lo veías. Entonces cogías el tizón más gordo y emprendías la marcha con la esperanza de que te sirviese de madre de la futura lumbre. Casi siempre se te apagaba por el camino. Cuando conseguías conservarlo en aquel tizón, te sentías importante, no solo por ahorrar cerillas que eran un bien escaso, sino por reutilizar algo que había sido producto del esfuerzo, la búsqueda y la constancia.

Un abrazo.

Hola Peña,

¿Qué horario había de escuela? ¿Os daba tiempo a sacar las vacas y
volver a comer? Cuántas horas tenía el día por aquel entonces?:-)

Lo de la lluvia y frío me trae recuerdos de los típicos días de
excursión por el "Distrito de los Picos" inglés de mis años de
estudiante. Menos mal que el Goretex no pesa tanto como esos mantones
que llevabas tú, pero al final se mojaba igual.

Ana

Intentaba, ya veo que al menos contigo no lo he conseguido, realzar la importancia que en mi casa se daba al ir a la escuela. Era el primer trabajo, el más importante.
El horario escolar, no me acuerdo muy bien. Los jueves por la tarde no había escuela y los domingos tampoco. El ganado en Folloso comía todos los días, domingos y fiestas de guardar también. Los follosinos no, pero las vacas eran muy, pero que muy "moras" (en el sentido que no repetaban domingos y fiestas de guardar que mandaba la Santa Madre Iglesia). En verano los días eran muy largos. Se madrugaba mucho, porque había que volver pronto porque cuando el sol perpendiculeaba era bastante quemón. Tierra extrema, nueve meses de invierno y tres de infierno. Y además, les "picaba la mosca", a las vacas y era peligroso, se descontrolaban de tal manera que podían despeñarse o hacerse daño. A la tarde se salía a las cinco, cuamdo el sol había bajado y se volvía cuando las sombras lo envolvían todo y las montañas empezaban a teñirse de aquel azul marino tirando a marengo.
No compares tu goretex impermeable, transpirable y ligero como una pluma y tu paseo por el parque nacional más antiguo de Inglaterra, practicando tu inglés con aquellos compañeros/ eras de diferentes paises, recibiendo la caricia de la palabra bonita o la mirada sugerente con mi mantón rascoso y frío como un tempano y guardando vacas e intercambiando conversación con mi perrín Quevedo. Me alegro que el país nuestro, en tan pocos años, haya cambiado tanto y a mejor, y aunque estemos sufriendo la peor crisis, saldremos y aunque empobrecidos, seguiremos adelante. Dicen que los pesimistas son realistas informados, yo hoy, quiero ser optimista agradecido. Si pienso en mi mantón, en mi lumbre, en mi escuela de palillero y en la escuela, la estilográfica, el forro polar y los intercambios internacionales que han tenido mis hijos, le doy la razón a Alfonso Guerra cuando por el 82 del siglo pasado decía: "le vamos a dar la vuelta a este País como a un calcetín y no lo va a conocer ni la madre que lo parió". Y aunque los calcetines tengan algún tomate, realmente se le ha dado la vuelta.

En otro orden de cosas, en Folloso también tenemos entre nuestras peñas (La Peña de Arriba, la de Abajo, Peña Valdevés, Peña Picuda, Las Peñas de la Sierra, La Peñona, Las Peñas del Contador) Peñalosmoros. Lo decíamos así, todo seguido, no decíamos La Peña de los Moros. Perteneciente a Folloso había un término, en la base del Cueto de las Gallinas, que se llamaba Oceo. Zona húmeda, con llamargos, pastizales, avellanos y rebollos centenarios. Se llegaba, desde Folloso después de cruzar el río Negro por el puente de Molín Quemao, enfilando Molineta arriba por un camino de piedras paralelo a un arroyo que descendía ensordecedor por la margen izquiera. A la derecha se dejaba la ladera del Zurragón y a la izquierda las estribaciones de los Camparones. Desembocaba el camino, bastante pendiente y pedregoso, en una ampliación de su angostura en un prado redondo atravesado, como una cuerda en en una circunferencia, por el arroyo que venía de Oceo y circundándolo por la parte izquierda otro arroyo que procedía del Villar. Este prao, rodeado de avellanos y plantado de chopos se llamaba el Jardín y pertenecía a mi familia. A la derecha de aquel ensanchamiento de prao y campares adyacentes, había un gran "felechal" que en tiempo atrás debió ser cultivado. Separando el felechal del monte había una gran hilera de peñas que iban desde el camino, con testimonio de grandes piedras desprendidas, hasta pasada la presa que en tiempos ha, traía agua para la mina de oro del pueblo de la Ñ, cogida del río Negro y recogiendo también, supongo, la que venía de Oceo y del Villar. Toda esta hilera de peñas gigantes es lo que conocíamos como Peñalosmoros. No me extrañaría que en tiempos muy remotos hubiese habido un pequeño asentamiento
que por aislado no les hubiese llegado la evangelización cristiana y fuesen "Los moros" que se refugiaban en las Peñas para los cristianos de Folloso. Después de este ensamchamiento del Jardín vuelve la angostura y a la izquierda hay una gran pared a modo de acueducto para dar soporte a la presa de la mina. La conocíamos como "EL Paredón". Hecho con piedras grandes todas bastante regulares en aquel agreste y solitario lugar, impresionaba. Con peñas a ambos lados, peñas del Contador, el camino, al fin, desemboca en el valle amplioy lejano de Oceo, con un no sé que, que producía escalofrío y la sensación de no estar sólo aunque nunca veías a nadie. Pertenecía a Folloso, pero lo disfrutaba el ganado de Andarraso.
Una de las labores de este rapacín, en verano, era llevar las magüetas hasta la Molineta, enfilarlas hacia el Jardín y volver para casa que hasta la Escuentra todo era subida y el sol ya te daba de espalda que te iba abrasando el cogote. Y cuando llegabas a casa cogías las otras vacas de leche y te ibas para un prao o para el monte de Arriba que a lo mejor ya te las había llevado alguien. Vete, búscalas... Parece bonito, pero sólo es bonito para los urogallos y hay pocos acebos, así que ni para ellos.

Un abrazo.

tienes razón con lo de la crisis sin querer ser frívola los que vivimos esa época de tanto trabajo y tanta escasez ahora parece una crisis pija en la que tenemos que cambiar los productos de marca por otros de marca blanca, no cambiar de coche este año, no salir al extranjero, quedarnos sin el adosado porque no puedo pagar la letra cuando tenía un piso bueno pero fulanita compró uno mejor que el mío y yo no voy a ser menos. No quiero ni pensar cómo se llamaría a aquellos tiempos.


5 Cts/kWh para tarifa 3.0 TD, autónomos y empresas
Llama al 654 409 325, ofertas especiales para Pueblos de España