En mi casa, como en todas las de Omaña, me llamaban por mi nombre terminado en "ín" como corresponde a la tradición y buenas costumbres. Pero uno, aunque sin conciencia de ello y por una temporada y nada más a nivel familiar y poco más, por imitación, que es como se aprende la mayor parte de las veces, sobre todo a nivel temprano, hizo que se cambiase el "ín" por "on".
Un día, a la hora incierta, cuando las sombras empiezan a difuminarlo todo, cuando en la casa "cimera" del pueblo de Folloso, se estaba en pleno fragor del arreglo diario de la cuadra del ganado: repartiendo la "ceba", echando los terneros a mamar, ordeñando, echando la cama al ganado o dando algún caldero de agua a algún animal que no salía por alguna circunstancia, alumbrados por un farol de aceite que poco ayudaba a la realidad de las cosas y sí mucho a agrandar las sombras, en el momento en que el de la "boina eterna", apartaba un jatuco de mamar de la vaca y estaba colocándole el collar, (privilegio de los terneros, las vacas se ataban con cadenas), justo en ese momento, el jatuco en cuestión lanzó una de sus patas traseras que impactó en una de las piernas del gladiador de la cuadra.
_ ¡Cabrón de jato!- fue la contestación a la soberana patada.
Aquellas palabras, no todas, nada más la primera, pero corregida, fue repetida por aquel "coco relumbrón" que era yo, con muy tierna edad, tan poca que del hecho no me acuerdo, pero sí, de oírlo en difentes registros en personas distintas y en diferentes épocas, anécdota que siempre escuchaba con atención, dibujando la media sonrisa en la cara y sintiendo la satisfacción interna que uno siente cuando hablan bien de ti.
Debí ineriorizar la palabrita, no sé, si por la terminación, si por el tono de voz con que fue dicha o por ese sentido atrevido, espontáneo y desinhibido que tienen los niños o por que te hace mayor imitar a tu progenitor, el caso es que yo, repetía y llamaba " cabón" a todo lo que se movía o preguntase algo.
Por aquellas épocas había un albañil en casa que estaba arreglando no se qué de la casa y los fines de semana se iba a su pueblo y cuando volvía siempre preguntaba:
- ¿Dónde está Cabón?- el ¡je je o el ja ja! acompañaba a la pregunta y la respuesta iba adornada de lo mismo.
Así fue como Peña Valdevés, durante un tiempo, llamaba " Cabón a todo dios y los de su entorno, cuando preguntaban por él, preguntaban por "Cabón".
Un abrazo
Un día, a la hora incierta, cuando las sombras empiezan a difuminarlo todo, cuando en la casa "cimera" del pueblo de Folloso, se estaba en pleno fragor del arreglo diario de la cuadra del ganado: repartiendo la "ceba", echando los terneros a mamar, ordeñando, echando la cama al ganado o dando algún caldero de agua a algún animal que no salía por alguna circunstancia, alumbrados por un farol de aceite que poco ayudaba a la realidad de las cosas y sí mucho a agrandar las sombras, en el momento en que el de la "boina eterna", apartaba un jatuco de mamar de la vaca y estaba colocándole el collar, (privilegio de los terneros, las vacas se ataban con cadenas), justo en ese momento, el jatuco en cuestión lanzó una de sus patas traseras que impactó en una de las piernas del gladiador de la cuadra.
_ ¡Cabrón de jato!- fue la contestación a la soberana patada.
Aquellas palabras, no todas, nada más la primera, pero corregida, fue repetida por aquel "coco relumbrón" que era yo, con muy tierna edad, tan poca que del hecho no me acuerdo, pero sí, de oírlo en difentes registros en personas distintas y en diferentes épocas, anécdota que siempre escuchaba con atención, dibujando la media sonrisa en la cara y sintiendo la satisfacción interna que uno siente cuando hablan bien de ti.
Debí ineriorizar la palabrita, no sé, si por la terminación, si por el tono de voz con que fue dicha o por ese sentido atrevido, espontáneo y desinhibido que tienen los niños o por que te hace mayor imitar a tu progenitor, el caso es que yo, repetía y llamaba " cabón" a todo lo que se movía o preguntase algo.
Por aquellas épocas había un albañil en casa que estaba arreglando no se qué de la casa y los fines de semana se iba a su pueblo y cuando volvía siempre preguntaba:
- ¿Dónde está Cabón?- el ¡je je o el ja ja! acompañaba a la pregunta y la respuesta iba adornada de lo mismo.
Así fue como Peña Valdevés, durante un tiempo, llamaba " Cabón a todo dios y los de su entorno, cuando preguntaban por él, preguntaban por "Cabón".
Un abrazo