Cantar del Mio Cid, VIVAR DEL CID

Según el Cantar el Cid salió desde Vivar para el destierro "con lágrimas en los ojos" y la orden real de abandonar Castilla en nueve días. Es precisamente a la salida cuando una corneja se cruza en el camino de los desterrados. El vuelo de la corneja, dependiendo de su dirección, era tomado como un augurio, y en este caso el Cid lo entendió como un símbolo de buen agüero en su viaje. Por este motivo la corneja es la imagen del salvoconducto del Camino del Cid, símbolo de buena suerte en el caminar. Si recorres el Camino del Cid te cruzarás muchas veces con ella.

Vivar se encuentra en el valle del río Ubierna: un río pequeño pero decisivo para la vida de sus pobladores medievales. A comienzos del siglo XI estas tierras se encontraban bajo la protección de Diego Laínez, padre de Rodrigo, ya que la frontera con Navarra se hallaba muy cerca, junto a Urbel del Castillo, a menos de 30 kilómetros de Vivar. El valle era idóneo para la agricultura y posiblemente estuviera muy poblado y sus habitantes desperdigados en numerosos núcleos o pequeñas aldeas, la mayor parte desaparecidas, alguna de las cuales daría lugar a Vivar. Junto al cauce del río Ubierna se construyeron algunos molinos harineros que se cree pertenecieron a la familia de Rodrigo.

Vivar es un pueblo volcado en la figura del Cid: desde los nombres de las calles hasta diversos hitos escultóricos, todo evoca su estela legendaria. Quizá los hitos más significativos sean el mojón de la Legua Cero -junto a un viejo molino harinero, inicio simbólico de la ruta- y la estatua del Cid. Esta se encuentra en la plaza, y refleja un Cid más humano, alejado de los clichés heroicos. Frente a esta escultura hay un hito de piedra con la versión paleográfica de los primeros versos del Cantar: un buen lugar donde sacarse una fotografía de recuerdo, al igual que la Legua Cero.

Junto a la plaza se encuentra la iglesia de San Miguel Arcángel: aunque la actual edificación es del siglo XVI, diversas excavaciones han descubierto una necrópolis datada entre los siglos XI a XIII. En su interior se conserva una pila románica de procedencia desconocida.

También es posible ver en el Convento del Espino el cofre donde según la tradición se guardó el único manuscrito existente del Cantar, hoy en la Biblioteca Nacional: una buena excusa para comprar sus pastas y dulces artesanales, algunos con nombres tan "cidianos" como Lágrimas de doña Jimena.

Conmemorando la muerte del Cid en Valencia, el 10 de julio de 1099, Vivar del Cid celebra anualmente unas jornadas cidianas en las que se rememora al personaje.

La última recomendación no se encuentra en Vivar, sino en el pueblo vecino, Sotopalacios, a dos kilómetros de distancia: Allí encontrarás un castillo del siglo XV, construido sobre la que algunos estudiosos -entre ellos Menéndez Pidal- ubican la casa solariega del Cid.